Las
peticiones han sido a través de los siglos un elemento importante en
cuanto a la comunicación del creyente con Dios, refiriéndome a la
oración. A través de los tiempos y las generaciones hemos sido
enseñados que debemos pedirle a Dios todo el tiempo y en cualquier
circunstancia puesto que él no tiene necesidad de nada, sino más
bien, tiene abundancia de todo (literalmente todo) y también un
corazón sobremanera bondadoso como para repartir fluidamente a todo
el que le solicite alguna cosa.
No creo particularmente que considerar a Dios de esta forma esté mal, ya que si soy honesto, yo lo he hecho durante toda mi vida y no tengo planes de dejar de hacerlo. He aprendido que Él disfruta que tanto sus hijos como su entera creación muestren señales permanentes de dependencia hacia su persona.
Sin
embargo, una de las razones que nos debe motivar a acercarnos a
nuestro Creador no solo tiene que ver con lo que él nos pueda dar,
también tiene que ver con aprender a conocer la grandeza de su amor
por nosotros, que yendo más allá de lo que podemos pedir o entender
(Ef. 3:20), nos proporciona elementos sustanciales para que podamos
seguir viviendo minuto a minuto en esta tierra.
Te animo a pensar por un momento: ¿Qué sería de este mundo si él no renovara su misericordia cada mañana (Lam. 3:22-23)? ¿Y si no nos protegiera del mal que nos asecha a diario (2Ts.3:3; Sal. 91:4-14)? y si no hubiera enviado a su hijo a morir por nosotros (Jn. 3:16-17)? ¿Y si no fuera tan paciente como lo es? Ahora la pregunta es: ¿Hemos pedido nuevas misericordias cada mañana? ¿Pedimos protección del mal que nos acecha diariamente? ¿Sería algún ser humano capaz de haberle pedido a Dios que enviara a su hijo a morir sus propios asquerosos y vergonzosos pecados cometidos? ¿Hemos considerado la ilimitada paciencia que tiene para nosotros en medio de tantos errores cometidos? No tiene sentido responder a esto, y eso es porque no pedimos con insistencia aquello que no creemos que necesitamos. Las personas no creen que necesitan nuevas misericordias cada nuevo día, pero de no ser así, estaríamos bajo la lupa del Juicio y la ira de Dios constantemente, sobre todo porque somos propensos a fallarle. Por eso mucho antes del pecado cometido, él había suplido la misericordia necesaria que nos permite recibir el perdón de ese pecado cuando lo solicitamos.
¿Y
pensamos en su protección? Estoy convencido que en un mundo saturado
de maldad, Dios nos libra de muchas cosas de las cuales no tenemos ni
idea. Y muchas, pero muchas veces, ni siquiera le hemos pedido su
protección.
Y
en cuanto la gracia y la salvación recibida por medio de Jesús su
hijo, que al morir en una cruz derramando su sangre para limpiarnos
de nuestras faltas, y que resucitando al tercer día nos abrió
camino eterno al Padre y a una vida eterna en su propio hogar. Y que
además conociendo bien nuestras debilidades envió al Espíritu
Santo, a quien tampoco pedimos, que nos fuera enviado porque no
teníamos idea que podríamos necesitarle tanto.
Hemos
recibido esto y muchas cosas más que no le hemos pedido a Dios, pero
que son tan necesarias y tal vez muy pocas veces damos gracias por
ello.
Mi
oración es que las palabras escritas en esta publicación nos lleven
a reflexionar en la bondad incesante de Dios para cada uno de
nosotros, que aún cuando no hemos pedido lo que verdaderamente
necesitamos, terminamos recibiéndolo solo por su inmenso amor y
favor hacia nuestras vidas.