jueves, 12 de diciembre de 2013

EL CONSUELO QUE AYUDA EN MEDIO DE LA AFLICCIÓN

Me gozaré y me alegraré en tu amor inagotable,porque has visto mis dificultades y te preocupas por la angustia de mi alma. Salmos 31:7 (NTV)


Los seres humanos somos luchadores por naturaleza. Nos caemos cientos de miles de veces durante nuestra vida, sin embargo son muy pocos los que deciden no levantarse después de un golpe.

Sufrimos las más duras crisis, los cambios más radicales, el dolor más agudo, pérdidas casi intolerables, desastres mortales, y la lista sigue sin consuelo y casi inmisericorde, pero aun, cuando todo parece perdido, siempre la humanidad encuentra la salida y hasta el día de hoy seguimos en pie, como si de guerreros míticos hablásemos. Bendita sea la hermosa creación de Dios por esto.

En medio de todo esto se ha visto un talón de Aquiles en los hombres, algo de lo que no han podido escapar muchas generaciones, y es que aunque poseemos una extraordinaria capacidad para resistir el dolor, no hemos aprendido a ser capaces de soportarlo en soledad.

El sentimiento de soledad, el abandono, la ausencia y el silencio fuera de la paz no son sino las últimas palabras de aquellos que bajaron la guardia en sus vidas para no volver a vivir.

Este Salmo es una luz de vida, un rayo de luz en medio de la más densa oscuridad de los afligidos.
El salmista expresó que se GOZARÁ y ALEGRARÁ en la misericordia de su Dios. Y esta expresión no vino sino hasta que este supo que no estaba solo en medio de sus dificultades y las angustias por las que estaba pasando su alma.
¿Qué sabía este mortal que muchos han ignorado? ¿Acaso se puede uno alegrar o gozarse en las peores circunstancias de esta vida?
Parece que una vez más la respuesta que Dios nos ofrece en su Palabra es sí, contra todo pronóstico, es sí.
Y es que se puede sufrir y seguir adelante, pero sufrir en soledad es casi “la crónica de una muerte anunciada”. Pero, en medio de todo esto, el consuelo del salmista nos enseña que Dios, por su amor inagotable está pendiente de nuestras dificultades y se preocupa por esto que angustia mi alma y tu alma.
Es como escuchar a Dios diciendo, no estás solo, yo estoy pendiente. Yo tengo cuidado de tu persona en medio de todo esto, mi amor está cerca, sigue, sigue, no estás solo, yo voy a tu lado.
Por eso es que todo aquel que se ha decidido por Dios nunca más caminará solo.
Ya uno pagó el precio de la soledad en la cruz del calvario, para que no nos fuese cobrado, sobre todo en el tiempo de las dificultades o las angustias del alma.

Después de este salmo, siempre resonará el eco de sus palabras, pagando el precio de nuestra soledad:
"Dios mio porqué me has desamparado".
Jesús pagó para que aunque yo pase por dificultades (y seguro será así) encuentre consuelo en estar seguro que puedo alegrarme y gozarse en su amor inagotable, que siempre se manifestará para mi.

De hoy en adelante, nunca más caminaremos solos otra vez.
Eso me consuela, confío en Dios que a usted también lo consolará.



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