viernes, 13 de diciembre de 2013
jueves, 12 de diciembre de 2013
EL CONSUELO QUE AYUDA EN MEDIO DE LA AFLICCIÓN
Me
gozaré y me alegraré en tu amor inagotable,porque has visto mis
dificultades y te preocupas por la angustia de mi alma. Salmos
31:7
(NTV)
Los seres humanos somos
luchadores por naturaleza. Nos caemos cientos de miles de veces
durante nuestra vida, sin embargo son muy pocos los que deciden no
levantarse después de un golpe.
Sufrimos
las más duras crisis, los cambios más radicales, el dolor más
agudo, pérdidas casi intolerables, desastres mortales, y la lista
sigue sin consuelo y casi inmisericorde, pero aun, cuando todo parece
perdido, siempre la humanidad encuentra la salida y hasta el día de
hoy seguimos en pie, como si de guerreros míticos hablásemos.
Bendita sea la hermosa creación de Dios por esto.
En
medio de todo esto se ha visto un talón de Aquiles en los hombres,
algo de lo que no han podido escapar muchas generaciones, y es que
aunque poseemos una extraordinaria capacidad para resistir el dolor,
no hemos aprendido a ser capaces de soportarlo en soledad.
El
sentimiento de soledad, el abandono, la ausencia y el silencio fuera
de la paz no son sino las últimas palabras de aquellos que bajaron
la guardia en sus vidas para no volver a vivir.
Este
Salmo es una luz de vida, un rayo de luz en medio de la más densa
oscuridad de los afligidos.
El
salmista expresó que se GOZARÁ y ALEGRARÁ en la misericordia de su
Dios. Y esta expresión no vino sino hasta que este supo que no
estaba solo en medio de sus dificultades y las angustias por las que
estaba pasando su alma.
¿Qué
sabía este mortal que muchos han ignorado? ¿Acaso se puede uno
alegrar o gozarse en las peores circunstancias de esta vida?
Parece
que una vez más la respuesta que Dios nos ofrece en su Palabra es
sí, contra todo pronóstico, es sí.
Y es
que se puede sufrir y seguir adelante, pero sufrir en soledad es casi
“la crónica de una muerte anunciada”. Pero, en medio de todo
esto, el consuelo del salmista nos enseña que Dios, por su amor
inagotable está pendiente de nuestras dificultades y se preocupa por
esto que angustia mi alma y tu alma.
Es
como escuchar a Dios diciendo, no estás solo, yo estoy pendiente. Yo
tengo cuidado de tu persona en medio de todo esto, mi amor está
cerca, sigue, sigue, no estás solo, yo voy a tu lado.
Por
eso es que todo aquel que se ha decidido por Dios nunca más caminará
solo.
Ya uno
pagó el precio de la soledad en la cruz del calvario, para que no
nos fuese cobrado, sobre todo en el tiempo de las dificultades o las
angustias del alma.
Después
de este salmo, siempre resonará el eco de sus palabras, pagando el
precio de nuestra soledad:
"Dios
mio porqué me has desamparado".
Jesús
pagó para que aunque yo pase por dificultades (y seguro será así)
encuentre consuelo en estar seguro que puedo alegrarme y gozarse en
su amor inagotable, que siempre se manifestará para mi.
De hoy
en adelante, nunca más caminaremos solos otra vez.
Eso me
consuela, confío en Dios que a usted también lo consolará.
DIOS Y SU FÁBRICA DE LÍDERES
Muchos
cristianos en la actualidad viven empeñados en rechazar el
liderazgo, repelen la palabra líderes y hasta condenan la más
mínima mención de esta palabra.
El
liderazgo está estigmatizado en muchas de las congregaciones a nivel
mundial, pero, en realidad ¿Rechaza Dios el liderazgo o hemos sido
nosotros quienes lo repelemos? ¿Cree Dios en el liderazgo o lo ha
desechado?
Creo
personalmente que Dios confía y promueve el liderazgo. No creo que
Dios rechace el liderazgo, pero sí a los malos líderes.
Una
prueba contundente de que Dios apoya, promueve y confía en el
liderazgo es que Dios levantó líderes para guiar a su tan amado
pueblo Israel. Lo hizo cuando levantó a Moisés, lo volvió a hacer
cuando "convirtió" a Josué en la punta de lanza de sus
escogidos.
A
través de un recorrido por toda la Escritura Sagrada, la Palabra de
Dios, lo vemos llamando y levantando gente para dirigir en momentos
específicos. Algunos dirigían naciones, otros pequeños grupos,
otros simplemente se enfocaron en apenas doce hombres, como también
lo hizo el mismo Señor Jesucristo.
No
importa de cuántos hablamos, importa a quién tiene Dios en mente
para dirigir a esos cuantos hasta dónde él quiere llevarlos.
Dios
cree tanto en el liderazgo que creo que tiene su propia fábrica de
ellos.
La
fábrica de líderes de Dios procesa hombres y mujeres que se dejan
moldear por él. Jesús como hombre mismo, es un producto terminado y
un modelo de cuan eterna puede ser la influencia (porque liderazgo es
influencia), si uno se dispone entrar en los procesos de Dios.
Usted
y yo podemos levantarnos como líderes haciendo uso de las
herramientas correctas, podemos tener influencia y marcar a una
generación, sin embargo, una cosa es que Dios te levante y otra es
que uno se levante sin la ayuda de Dios, una cosa es ser producto del
carácter y el esfuerzo propio y otra que Dios te haya procesado en
su fábrica para cumplir sus propósitos.
Cuando
pienso en el liderazgo logro comprender que este tiene repercusiones
no solo en este mundo. Puede ser que este mundo y sus generaciones
conozcan del resultado de la influencia, pero eso no nos garantiza
la aprobación de Dios.
Los
líderes que son formados en la fábrica de Dios, cumplen no solo con
las normas de liderazgo, también cumplen con un propósito divino,
que es a su vez eterno.
El
liderazgo más contundente es el que sigue rindiendo frutos en esta y
más allá de esta vida, donde la única aprobación que vale y es
realmente importante es la de tu creador.
Creo
que lo mejor para un líder es que este permita que Dios lo procese
en su fábrica, que lo deje permear su carácter y lo lleve por sus
procesos, lo capacite y lo levante en el tiempo donde más se
necesite de su influencia. Entonces, habiendo sido formados y
aprobados por Dios, se abrirá un epitafio para ellos como lo hizo
con Josué, uno de sus líderes, que es algo más o menos así:
"El
Señor convirtió a Josué en un gran líder a los ojos de todos los
israelitas, quienes, por el resto de su vida lo respetaron..."
[Josué 4:14 NTV]
La
Fábrica de Dios está operando y sigue produciendo los mejores
líderes de la historia, y lo mejor de todo es que hay un lugar para
cada persona que acepte el reto.
¿Te
apuntas?
miércoles, 11 de diciembre de 2013
UNA VIDA CERCANA AL PERDÓN
El perdón es una de las cosas más importantes para
el cristiano. Su nuevo nacimiento en el Señor se debe gracias al
perdón de sus pecados, recibido en forma inmerecida.
Uno de los temas más
predicados ha sido acerca del perdón, pero desde una perspectiva
donde este debe ofrecerse sin cuestionamiento a aquellos que nos han
hecho algún agravio de forma directa o indirecta. Somos llamados a
perdonar de la misma forma en que hemos sido perdonados por Dios.
Este pasaje en particular
me ha llevado a pensar en algo interesante, por lo menos desde lo que
puedo discernir personalmente: "¿Con cuánta regularidad pido
perdón por mis pecados?
Recuerdo cuando lo hice
por primera vez delante de Dios para luego reconocerlo como mi Señor
y mi Salvador, sin embargo hoy me esto preguntando, cuándo fue la
última vez que lo hice de nuevo?
Si medito bien y hago uso
de la sinceridad, llego a la conclusión que todos los días estoy
ligado a una naturaleza que me induce a pecar contra Dios. Sin querer
categorizar los pecados, desde los más simples e insignificantes
hasta los más evidentes y ofensivos, voy constantemente por la vida
cargando una necesidad insaciable de gracia y perdón.
No digo que esté
llevando una vida desordenada en cuanto al pecado, pero la verdad es
que sí soy vulnerable e inmaduro en cuanto a la estatura de Cristo.
Necesito la gracia,
necesito el perdón, necesito llegar a Dios con esta misma oración
de salmista: "Señor, mis pecados son muchos, necesito tu
perdón".
Hoy concluyo que esta
debiera ser mi oración de cada día, sin variación alguna, no
maximizando el pecado ni mis errores delante de Dios, al contrario,
agrandando la obra de gracia que me otorga el perdón y también mi
dependencia de Dios, que llegando más de una vez a mi vida, me sacia
de misericordia y favor, no cuando más lo merezco, sino cuando más
lo necesito.
Es posible que
reconociendo más seguido mis pecados, viva más pendiente de su
gracia.
Es posible que
reconociendo más seguido su perdón, viva más propenso al perdón
hacia los demás.
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