Esta es una recopilación de algunas #FrasesTontas que he escuchado de la boca de algunos hermanos, que nada tienen que ver con la Verdad que encontramos en la biblia, sin embargo como nos sonó razonable en algún momento, tomamos la decisión de reproducirlas sin tomar en cuenta que no tienen ningún valor. Yo las usaba antes pero me llegué a dar cuenta que estaba en un error a reproducirlas y pensar así, en fin, espero que le encuentre el humor a todo esto y si le pasa como me pasaba a mí, se ría un poco y corrija:
1.- "Si es de Dios se va a dar, sino no".
Corrección: Nada que ver. Las respuestas de Dios no siempre llegan solas y mansas, a veces vienen en formas de retos. Si algo no se nos ha dado, no siempre es porque Dios no quiere, más bien puede ser porque no es momento de estar sentados esperando. Todo lo contrario, seguramente es hora de actuar, siempre bajo la dirección de su Palabra y el Espíritu Santo.
2.- "El que no trabaje que no coma, como dice la palabra".
Corrección: Señores, si usted quiere recitar la biblia, hace muy bien, pero por favor tómese un tiempo para leerla bien. Muchas veces repetimos como loras lo que escuchamos de otros sin ser lo suficientemente responsables como para comprobar si está bien dicho o en el mejor de los casos bien aplicado. A mí me ha pasado muchas veces, por eso ahora procuro aplicarme este consejo con mucha frecuencia. Por cierto si no está convencido de esta frase como un error revise esto: 2 Tesalonicenses 3:10.
3.- " Como dice la palabra: Y se verán cosas".
Corrección: Yo hasta la fecha me sigo preguntando en dónde rayos sale eso en la biblia. Hasta me leí los deuterocanónicos y algunos apócrifos, pero nada.
4.- "Como dijo el Señor: Ayúdate que te ayudaré".
Corrección: ¿Qué señor dijo eso? El señor de los anillos talvez? Un día va a salir un "salvaje" diciendo: Como dijo el apóstol Pablo: Al infinito y más allá..." Esto nada que ver ni con la biblia ni con el Señor Jesús.
5.- "y Jonás estuvo en la ballena durante tres días..."
Corrección: ¿Cuál ballena? ¿En dónde asegura la biblia que era una bendita ballena? ¿Y si era un pez globo gigante? ¿Qué tal un tiburón blanco vegetariano? Ya se, es que como algunos tienen buena lógica se atreven a deducir que tenía que ser una ballena. Está bien, deduzca todo lo que quiera, pero no cree un énfasis bíblico donde no lo hay.
6.- "... y Saulo cayó del caballo".
Corrección: Como dice un humorista mexicano muy reconocido: ¡¡¡¡¡Que alguien me explique!!!!! Si usted dice que ha leído eso, de que Saulo cayó de un caballo, lo animo que a le de vuelva a su biblia y la comience a leer al derecho. No sale, creame no sale el bendito caballo en el relato.
7.- "Señor, dame paciencia".
Corrección: Una frase muy común pero muy por los "aguacates". Un amigo lo expresa así:" La paciencia no se pide, se desarrolla". En otras palabras, no viene con el toque de una varita mágica de Campanita, sino por los procesos que Dios nos permite pasar.
8.- "Como dice la biblia: "Sansón era un muchacho igual, igual que tú".
Corrección: Esta es una canción de antaño que por cierto no sale en la biblia. Un día me di cuenta que yo no soy como Sansón, ni tengo unos mochetes así, así. Convengamos algo, canción es canción y biblia biblia ok?
Si usted se sabe algunas le sugiero que las deje como comentario para poder compartirlas.
lunes, 22 de septiembre de 2014
miércoles, 20 de agosto de 2014
GENTE QUE LE QUIERE TAPAR LOS OÍDOS A DIOS
El día de ayer mi esposa y yo tomamos un taxi por la noche para volver a casa después de compartir un buen tiempo juntos. El conductor de dicho taxi es un viejo amigo, y mientras viajábamos nos relataba una experiencia reciente que tuvo, la cual me impresionó y a la vez motivó a escribir estas líneas que hoy quiero compartir.
Nos contaba nuestro amigo que unos días atrás abordó su taxi un muchacho homosexual de aproximadamente unos 28 años de edad. Mientras entablaban conversación salió a luz el tema del cristianismo. Este muchacho relataba que tuvo la oportunidad de visitar una reunión dirigida por grupo de cristianos, de los que se reúnen en casas para compartir el evangelio con aquellos que no asisten a regularmente una iglesia local. En algún momento de dicha reunión alguien se tomó el tiempo para acercarse al joven para decirle que "Dios no escuchaba su oración porque él era un pecador y aún no se había arrepentido de su pecado".
Mientras mi amigo el conductor me contaba esta parte de la historia, no pude evitar pensar cómo algunas personas pretenden creer que pueden taparle los oídos a Dios, diciéndole a algunos que él no los escucha. Esto me molesta y me ofende, puesto que muchos de los que hacen tal aseveración se hacen llamar cristianos como yo mismo lo hago. Estas líneas no tienen como objetivo atacar a nadie más que a la falta de empatía y misericordia que a veces abunda en las calles y lastimosamente en algunas iglesias.
Estoy convencido que nadie le puede tapar los oídos a Dios, él escucha a quiénes él quiere pues son sus propios oídos y es su propia decisión. En el punto más básico del tema, si Dios no escucha a un "pecador" ¿Cómo entonces es que éste llegará a alcanzar el perdón y la aceptación de su redentor? Por lo menos yo no le encuentro sentido lógico.
Basado en mi propia experiencia, el primer día en que pude sentir que tuve toda la atención de Dios fue cuando, le pedí que hiciera algo conmigo y con mi vida, la cual necesitaba de una intervención de parte suya urgentemente. Si Dios pudo escuchar a este "pecador" cómo es que no puede escuchar a otro que también urge de un poco de su atención.
El Jesús que yo llegué a conocer un día es el mismo que no tomaba el lugar de crítico ni de juez cuando estaba al frente de pecadores necesitados de su atención.
En fin, dejemos que sea Dios quien escoja a quien escucha y a quién no y nosotros aprendamos a motivar a las personas a que se acerquen a él.
Retomando la historia de mi amigo taxista, al cual admiro por su valor y sus ganas de hablarle a todos de Jesús, éste terminó orando por su pasajero, no sin antes aclararle que Dios nos oye a todos y que el amor de Dios no es exclusivo de algunos, es para todos y pidiéndole perdón en nombre de aquella persona que le había dicho todo lo contrario. Oraron juntos, y el muchacho pasajero le rindió su vida a Jesús.
Yo no se usted que piensa, pero para mí ese es un buen final y algo me dice que Dios sí escuchó esa oración, tal vez desde el primer día que este joven la hizo.
Nos contaba nuestro amigo que unos días atrás abordó su taxi un muchacho homosexual de aproximadamente unos 28 años de edad. Mientras entablaban conversación salió a luz el tema del cristianismo. Este muchacho relataba que tuvo la oportunidad de visitar una reunión dirigida por grupo de cristianos, de los que se reúnen en casas para compartir el evangelio con aquellos que no asisten a regularmente una iglesia local. En algún momento de dicha reunión alguien se tomó el tiempo para acercarse al joven para decirle que "Dios no escuchaba su oración porque él era un pecador y aún no se había arrepentido de su pecado".
Mientras mi amigo el conductor me contaba esta parte de la historia, no pude evitar pensar cómo algunas personas pretenden creer que pueden taparle los oídos a Dios, diciéndole a algunos que él no los escucha. Esto me molesta y me ofende, puesto que muchos de los que hacen tal aseveración se hacen llamar cristianos como yo mismo lo hago. Estas líneas no tienen como objetivo atacar a nadie más que a la falta de empatía y misericordia que a veces abunda en las calles y lastimosamente en algunas iglesias.
Estoy convencido que nadie le puede tapar los oídos a Dios, él escucha a quiénes él quiere pues son sus propios oídos y es su propia decisión. En el punto más básico del tema, si Dios no escucha a un "pecador" ¿Cómo entonces es que éste llegará a alcanzar el perdón y la aceptación de su redentor? Por lo menos yo no le encuentro sentido lógico.
Basado en mi propia experiencia, el primer día en que pude sentir que tuve toda la atención de Dios fue cuando, le pedí que hiciera algo conmigo y con mi vida, la cual necesitaba de una intervención de parte suya urgentemente. Si Dios pudo escuchar a este "pecador" cómo es que no puede escuchar a otro que también urge de un poco de su atención.
El Jesús que yo llegué a conocer un día es el mismo que no tomaba el lugar de crítico ni de juez cuando estaba al frente de pecadores necesitados de su atención.
En fin, dejemos que sea Dios quien escoja a quien escucha y a quién no y nosotros aprendamos a motivar a las personas a que se acerquen a él.
Retomando la historia de mi amigo taxista, al cual admiro por su valor y sus ganas de hablarle a todos de Jesús, éste terminó orando por su pasajero, no sin antes aclararle que Dios nos oye a todos y que el amor de Dios no es exclusivo de algunos, es para todos y pidiéndole perdón en nombre de aquella persona que le había dicho todo lo contrario. Oraron juntos, y el muchacho pasajero le rindió su vida a Jesús.
Yo no se usted que piensa, pero para mí ese es un buen final y algo me dice que Dios sí escuchó esa oración, tal vez desde el primer día que este joven la hizo.
viernes, 6 de junio de 2014
DESCUBRA HOY PORQUÉ LO LLAMAN "CONSOLADOR"
Todos nos enfrentamos al dolor, sea ajeno o propio, nadie está exento a sufrir. Todos en este mundo y en esta vida han de experimentar el sufrimiento, el dolor, el abatimiento del alma. Sufrimos cuando las malas noticias nos dan golpes sorpresivos, sufrimos cuando lo que no queremos afrontar toca a nuestra puerta, sufrimos cuando nuestras expectativas caen en picada quedando sin valor alguno, sufrimos cuando aquello que llenaba nuestro corazón se aleja y nos quedamos vacíos. El ser humano tiene corazón de acero pero alma de cristal; me refiero a que somos capaces de soportar las catástrofes solo porque nuestro corazón sabe resistir, pero a la vez nos quebramos con todos los golpes bajos que nos lanza esta vida, porque nuestra alma es incapaz de aceptar el dolor. El corazón es capaz de resistirlo todo, de levantarse de todo, de iniciar de nuevo, siempre y cuando el alma sea reparada a tiempo. El alma rota es la "Kriptonita" del corazón. Cuando el alma se derrumba sin encontrar consuelo, arrastra con ella al corazón aún del hombre más valiente. El alma está compuesta de las emociones, la voluntad, la conciencia. El corazón es el espíritu mismo del ser humano, su esencia como persona. Es por eso que debemos encontrar consuelo lo más pronto posible en medio de cada sufrimiento. El dolor es como un golpe en seco al alma, que deja ematomas y en muchos casos heridas profundas. Piense por un momento, qué se debe hacer con aquellos que han sido heridos o han recibido muchos golpes en el cuerpo y están seriamente lastimados. Lo primero que reciben es algún tipo de medicamento que les ayude a lidiar con el dolor para luego examinar sus heridas y tratarlas del modo adecuado. De la misma forma, todos aquellos que tenemos lastimada el alma por aquello que nos hace sufrir debemos ser atendidos inmediatamente contra el dolor que nos provoca la herida o el abatimiento.
Todos saben o por lo menos suponen que el remedio para el dolor del alma rota es el CONSUELO. El consuelo, cuando llega de la forma y el tiempo adecuado ayudan a sanar el dolor y también la herida. Sin embargo, el consuelo mal aplicado es ineficiente, muchas veces solo trata con el dolor, pero nunca llega a sanar la herida, por consiguiente, con el pasar del tiempo el alma termina derrumbada y acaba con la fuerza del corazón. Muchos dicen que el tiempo cura las heridas pero no es cierto, esta frase solo existe para hacernos creer que al pasar de los días todo volverá a la normalidad. Trate de decirle eso a una madre que ha perdido a su hijo único, a un hijo que no volverá a a ver a sus padres después que le ha tocado enterrarlos. El tiempo no consuela jamás a aquello que la muerte se ha llevado.
Ahora, para que el consuelo sea efectivo, tiene que llegar en el tiempo correcto y tocar el lugar correcto en el alma. Si no se hace de esa forma, es ahí cuando las palabras sobran, las frases piadosas parecen gastadas y las compañías estorban. El consuelo no lo tiene en sus manos el tiempo sino Dios. Dios conoce el alma de cada uno de nosotros a la perfección, él nos hizo y sabe como curarnos en tiempo y forma. El problema es que aunque muchos saben que él se hace llamar CONSOLADOR no permiten que él se acerque a consolarlos, pero si algo he aprendido en esta vida, es que Dios ama el poder consolar a alguien. Muchos critican a Dios porque dicen que él permite el sufrimiento, pero más creo que lo critican porque sienten que él no ha podido consolar sus vidas heridas y llenas de amargura. La falta de consuelo produce amargura, soledad, depresión, odio, resentimiento, culpa y Dios lo sabe, por eso él desea ser tu consolador. Desde que este mundo se llenó de maldad sufren los buenos y los malos, los pecadores y los inocentes y por eso lo quiera usted aceptar o no, todos hemos de sufrir en algún momento, eso no es opcional ni cuestionable, pero, la pregunta ahora debe ser: ¿Está dispuesto a ser consolado cuando el dolor o el abatimiento le hieran el alma? Dios desea consolarlo a usted, a mí y a todo el que está sufriendo ahora mismo. Solo llame al CONSOLADOR, él sabrá que decir y cuando decirlo, él sabrá cuando hacer silencio para dejarlo llorar un poco, él sabrá cómo aliviar su dolor pues su bálsamo para el alma es perfecto, él sabe cómo curar cualquier herida pues nadie conoce mejor nuestro interior que él, puesto que él nos creó. Él sabe llenar el vacío que deja la muerte de un ser amado, él sabe dar esperanza a los que se dejan consolar. No rehuya a sus brazos, usted ni nadie tiene porque sufrir solo. La soledad no es para usted, el consuelo sí, la compañía de Dios en los momentos duros es un alivio que nadie debería rechazar.
Llámelo, él está cerca. Pídale un poco de alivio y yo se que él lo hará pues más de una vez lo ha hecho conmigo. Desahogue sus penas con palabras, lágrimas o lamentos, él sabrá qué hacer, así usted descubrirá porqué lo llaman CONSOLADOR.
Todos saben o por lo menos suponen que el remedio para el dolor del alma rota es el CONSUELO. El consuelo, cuando llega de la forma y el tiempo adecuado ayudan a sanar el dolor y también la herida. Sin embargo, el consuelo mal aplicado es ineficiente, muchas veces solo trata con el dolor, pero nunca llega a sanar la herida, por consiguiente, con el pasar del tiempo el alma termina derrumbada y acaba con la fuerza del corazón. Muchos dicen que el tiempo cura las heridas pero no es cierto, esta frase solo existe para hacernos creer que al pasar de los días todo volverá a la normalidad. Trate de decirle eso a una madre que ha perdido a su hijo único, a un hijo que no volverá a a ver a sus padres después que le ha tocado enterrarlos. El tiempo no consuela jamás a aquello que la muerte se ha llevado.
Ahora, para que el consuelo sea efectivo, tiene que llegar en el tiempo correcto y tocar el lugar correcto en el alma. Si no se hace de esa forma, es ahí cuando las palabras sobran, las frases piadosas parecen gastadas y las compañías estorban. El consuelo no lo tiene en sus manos el tiempo sino Dios. Dios conoce el alma de cada uno de nosotros a la perfección, él nos hizo y sabe como curarnos en tiempo y forma. El problema es que aunque muchos saben que él se hace llamar CONSOLADOR no permiten que él se acerque a consolarlos, pero si algo he aprendido en esta vida, es que Dios ama el poder consolar a alguien. Muchos critican a Dios porque dicen que él permite el sufrimiento, pero más creo que lo critican porque sienten que él no ha podido consolar sus vidas heridas y llenas de amargura. La falta de consuelo produce amargura, soledad, depresión, odio, resentimiento, culpa y Dios lo sabe, por eso él desea ser tu consolador. Desde que este mundo se llenó de maldad sufren los buenos y los malos, los pecadores y los inocentes y por eso lo quiera usted aceptar o no, todos hemos de sufrir en algún momento, eso no es opcional ni cuestionable, pero, la pregunta ahora debe ser: ¿Está dispuesto a ser consolado cuando el dolor o el abatimiento le hieran el alma? Dios desea consolarlo a usted, a mí y a todo el que está sufriendo ahora mismo. Solo llame al CONSOLADOR, él sabrá que decir y cuando decirlo, él sabrá cuando hacer silencio para dejarlo llorar un poco, él sabrá cómo aliviar su dolor pues su bálsamo para el alma es perfecto, él sabe cómo curar cualquier herida pues nadie conoce mejor nuestro interior que él, puesto que él nos creó. Él sabe llenar el vacío que deja la muerte de un ser amado, él sabe dar esperanza a los que se dejan consolar. No rehuya a sus brazos, usted ni nadie tiene porque sufrir solo. La soledad no es para usted, el consuelo sí, la compañía de Dios en los momentos duros es un alivio que nadie debería rechazar.
Llámelo, él está cerca. Pídale un poco de alivio y yo se que él lo hará pues más de una vez lo ha hecho conmigo. Desahogue sus penas con palabras, lágrimas o lamentos, él sabrá qué hacer, así usted descubrirá porqué lo llaman CONSOLADOR.
sábado, 31 de mayo de 2014
LA BENDICIÓN DE LOS DÉBILES
Hace poco encontré un pasaje en la biblia que me hizo reflexionar mucho, haciéndome recordar muchos de mis tropiezos y caídas que he tenido desde que soy cristiano. Con el tiempo he venido aprendiendo que como creyentes tenemos altos y bajos en nuestra vida. Esa es una constante, un común denominador en cada cristiano. Sinceramente no he conocido a nadie que se escape de esto. Algunos se mantienen por más tiempo de pie que otros, pero tarde o temprano tropiezan con algo que los vuelve a tirar.
Hasta este punto le pido que no me mal interprete, no estoy escribiendo esto con el propósito de maximizar las caídas, los fracasos o nuestras faltas, todo lo contrario, lo que quiero compartir es una lección de vida que nos ayudará a mantenernos más tiempo de pie que en suelo de la conmiseración y la culpa.
El pasaje al cual me refiero es este:
"Cuando se consolidó el reinado de Roboam y él se sintió fuerte, dejó de cumplir la ley del Señor, y todo Israel hizo lo mismo". (2 Crónicas 12:1 v. DHH).
Hablando acerca del contexto de este personaje, Roboam era un rey en Israel en los tiempos bíblicos del Antiguo Testamento, sucedía al rey más excéntrico (en términos de sabiduría, riqueza y logros) que había tenido el país, al rey Salomón. El país estaba en la cúspide de su historia y Roboam tenía la responsabilidad de mantener la paz y la extraordinaria reputación de su nación. Hizo su mejor esfuerzo, todo iba sobre rieles, hasta que este pasaje marcó su fin como rey sucesor y como persona.
La lección que Roboam nos ha dejado como un legado tiene que ver con cómo nos vemos y cómo nos sentimos. Este rey sintió que había llegado su mejor momento. Al haber consolidado su reino se veía a sí mismo como un hombre satisfecho, completo, sin necesidad, auto suficiente, estable y exitoso. Esto lo hizo sentirse fuerte, en otras palabras él había disipado sus propias debilidades. Esa fue la piedra que lo hizo caer hasta tocar fondo. Ese sentimiento de "soy lo suficientemente fuerte" fue su talón de Aquiles, tan mortal como para destruir a toda su propia nación.
Trayendo esto a una escena un poco más contemporánea me hace pensar en mi vida. Cuando más fuerte me he visto a mí mismo más propenso he sido a mis debilidades. Cuando más auto suficiente me he sentido, más profunda ha sido mi humillación.
He llegado a la conclusión en mi vida que tengo que aprender a verme como soy en realidad y a no dar por sentado que mis sentimientos son estables. La verdad es que yo soy débil y esa ha venido a ser una de mis más grandes bendiciones. Reconocer mi verdadera condición me ha empujado a depender más de la fuerza que viene de la ayuda de Dios que de mis propias fuerzas. Cuando me he visto débil siempre termino corriendo hacia Dios, cuando me he sentido lo suficientemente fuerte muchas veces le he dado la espalda.
A muchos el haber consolidado una carrera universitaria o una maestría los hace sentir fuertes. Un alto puesto de trabajo, un salario jugoso, una posición alta en cuanto al liderazgo, un estatus de vida estable. ¿Qué es lo que te hace sentir consolidado, qué es lo que hace sentir lo suficientemente fuerte?
La bendición de los débiles radica en que se ven tal y como son, no en cómo quieren que los demás los vean. La bendición de los débiles consiste en que están convencidos de que necesitan un trago de la gracia de Dios cada día de sus vidas y por eso se humillan delante de Él antes que ser humillados por Él.
Si usted ha consolidado su vida en base a sus logros le tengo buenas y malas noticias. Las malas es que está a punto de caer en el fracaso y puede que arrastre a muchos con usted. Las buenas son que cada día está a un paso de su propia bendición. Sea honesto con usted mismo y reconozca que sus propias fuerzas no son suficientes para mantener su estabilidad.
La gracia que Dios le ha dado a los débiles es lo suficientemente fuerte para mantenernos un día más lejos del piso del fracaso y lo mejor de todo es que si tropezamos, solo bastará recordar que somos débiles y que necesitamos de las fuerzas de Dios para volvernos a levantar.
Hasta este punto le pido que no me mal interprete, no estoy escribiendo esto con el propósito de maximizar las caídas, los fracasos o nuestras faltas, todo lo contrario, lo que quiero compartir es una lección de vida que nos ayudará a mantenernos más tiempo de pie que en suelo de la conmiseración y la culpa.
El pasaje al cual me refiero es este:
"Cuando se consolidó el reinado de Roboam y él se sintió fuerte, dejó de cumplir la ley del Señor, y todo Israel hizo lo mismo". (2 Crónicas 12:1 v. DHH).
Hablando acerca del contexto de este personaje, Roboam era un rey en Israel en los tiempos bíblicos del Antiguo Testamento, sucedía al rey más excéntrico (en términos de sabiduría, riqueza y logros) que había tenido el país, al rey Salomón. El país estaba en la cúspide de su historia y Roboam tenía la responsabilidad de mantener la paz y la extraordinaria reputación de su nación. Hizo su mejor esfuerzo, todo iba sobre rieles, hasta que este pasaje marcó su fin como rey sucesor y como persona.
La lección que Roboam nos ha dejado como un legado tiene que ver con cómo nos vemos y cómo nos sentimos. Este rey sintió que había llegado su mejor momento. Al haber consolidado su reino se veía a sí mismo como un hombre satisfecho, completo, sin necesidad, auto suficiente, estable y exitoso. Esto lo hizo sentirse fuerte, en otras palabras él había disipado sus propias debilidades. Esa fue la piedra que lo hizo caer hasta tocar fondo. Ese sentimiento de "soy lo suficientemente fuerte" fue su talón de Aquiles, tan mortal como para destruir a toda su propia nación.
Trayendo esto a una escena un poco más contemporánea me hace pensar en mi vida. Cuando más fuerte me he visto a mí mismo más propenso he sido a mis debilidades. Cuando más auto suficiente me he sentido, más profunda ha sido mi humillación.
He llegado a la conclusión en mi vida que tengo que aprender a verme como soy en realidad y a no dar por sentado que mis sentimientos son estables. La verdad es que yo soy débil y esa ha venido a ser una de mis más grandes bendiciones. Reconocer mi verdadera condición me ha empujado a depender más de la fuerza que viene de la ayuda de Dios que de mis propias fuerzas. Cuando me he visto débil siempre termino corriendo hacia Dios, cuando me he sentido lo suficientemente fuerte muchas veces le he dado la espalda.
A muchos el haber consolidado una carrera universitaria o una maestría los hace sentir fuertes. Un alto puesto de trabajo, un salario jugoso, una posición alta en cuanto al liderazgo, un estatus de vida estable. ¿Qué es lo que te hace sentir consolidado, qué es lo que hace sentir lo suficientemente fuerte?
La bendición de los débiles radica en que se ven tal y como son, no en cómo quieren que los demás los vean. La bendición de los débiles consiste en que están convencidos de que necesitan un trago de la gracia de Dios cada día de sus vidas y por eso se humillan delante de Él antes que ser humillados por Él.
Si usted ha consolidado su vida en base a sus logros le tengo buenas y malas noticias. Las malas es que está a punto de caer en el fracaso y puede que arrastre a muchos con usted. Las buenas son que cada día está a un paso de su propia bendición. Sea honesto con usted mismo y reconozca que sus propias fuerzas no son suficientes para mantener su estabilidad.
La gracia que Dios le ha dado a los débiles es lo suficientemente fuerte para mantenernos un día más lejos del piso del fracaso y lo mejor de todo es que si tropezamos, solo bastará recordar que somos débiles y que necesitamos de las fuerzas de Dios para volvernos a levantar.
viernes, 9 de mayo de 2014
EL HOMBRE QUE POR FIN PERDONÓ DESPUÉS DE SETENTA Y SIETE DÍAS
Esta es la historia de un hombre que siempre se sintió orgulloso de ser rencoroso. Su frase favorita era: "Yo no perdono, ni olvido. Si usted me las hace, yo me las cobro".
Un día a sus sesenta y tantos años, decidió acompañar a su esposa por primera vez a la iglesia. De una forma extraña y como él lo describió luego, se sintió tocado por el mensaje que habló ese hombre viejo y canoso que hablaba frente a todos, era como si Dios desnudó su vida a través de esas palabras. Fue tan intensa la experiencia que tomó la decisión de hacer una oración y entregarle su vida a Jesucristo. Sintió como si las lágrimas que corrían, lo hacía para refrescar su alma y limpiar la vergüenza en su cara.
De regreso a casa en el vehículo, no hubieron muchas palabras. Su esposa lo miraba por ratos mientras él respondía con su silencio sin despegar su mirada de la carretera. Llegaron a casa y se sentó en su sala, en su sillón favorito, y siguió meditando en lo que había hecho. Definitivamente algo había pasado en su interior, era como si una guerra había sido ganada en su corazón. Una guerra que para él nunca fue tan notoria como aquel día, pero que había llegado a su fin y tal vez por eso es que sentía tanta paz.
Se fue a dormir e hizo algo extraño esa noche cuando ambos se habían ya acostado, se dio la vuelta y depositó un suave beso en la mejía de su esposa y selló el momento incómodo con un "buenas noches". Giró rápidamente hacia su lado de la cama como queriendo esquivar la mirada atónita de ella a quien hace muchos años ignoraba cuando llegaba la hora de la recámara.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana fue despertado por un ruido ensordecedor que venía de la casa de su vecino que recién iniciaba un proyecto de construcción y reparación de su casa. Martillazos, tablas que caían, taladros que chillaban, cierras eléctricas que incomodaban. No lo pudo soportar y salio de la habitación, corrió fuera de la casa y llegó hasta donde estaba su vecino y comenzó a importunarlo para hacerlo ceder o por lo menos presionarlo lo suficiente para que bajara lo más posible los molestos decibelios de ruido que este y su gente provocaban. No lo logró, lo único que consiguió fue una de las mayores discusiones que jamás se hubieron visto en la colonia. Gritos, amenazas, dedos señalando con violencia fue todo lo que dejó el momento. Una vez más corrió hacia su casa planeando como había de ser su venganza, porque después de todo : "Yo no perdono, ni olvido. Si usted me las hace yo me las cobro". De pronto una voz en su interior frenó su impulso de venganza inmediata, y una simple frase que había escuchado en la iglesia el día anterior hizo eco en él:
Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
—Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?
—No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—.
(Mateo 18:21-22 NVI)
Apenas ayer se había sentido perdonado por Jesús, hoy, esa voz en su interior sonaba como la misma voz del Señor, pero esta vez no le decía: -"Te perdono" , esta vez esa voz le decía: - "Es hora de perdonar como yo lo hice contigo". Esto era demasiado para él, la guerra había vuelto a su mente y corazón.
- Está bien Dios, voy a ceder con respecto a mi venganza inmediata, le voy perdonar su pecado a mi vecino, pero no más de setenta y siete veces. - Así concluyó él su dialogo con Dios. Salió luego apresuradamente a la librería de la esquina y compró una libreta, y en su primera hoja escribió:
Día número uno: Hoy perdono a mi vecino por lo molesto que es. Faltan setenta y seis días.
Cada día su vecino lo importunaba intencionalmente para hacerlo molestar. Seguramente disfrutaba verlo salir enojado a discutir con él.
Día número treinta y ocho: Señor Jesús, hoy perdono a mi vecino solamente porque tú insistes. No es justo que haya tirado en mi patio los residuos de su vieja pared de la cocina, espero que te hayas dado cuenta de eso. Faltan 39 días.
Cerca del día sesenta de construcción, el vecino molesto notó que ese día no salió nadie a discutir con él. La puerta del viejo gruñón vecino no se abrió esa mañana. -Seguro estará enfermo - se dijo así mismo. Sin embargo para no dar tregua a su pleito, procuró hacer más intenso el ruido de sus equipos y sus labores.
Dieciocho días después la construcción había finalizado. El vecino molesto salió de su casa a medio día a tocar la puerta de su viejo vecino gruñón. Tocó hasta que la puerta se abrió. La señora se asomó y le saludó.
-¿Está su esposo?
- Él está en cama. - respondió ella.
- ¿Está todo bien? ¿Está él bien? -preguntó él con tono de susto.
- Hace diecisiete días sufrió un infarto, él se está recuperado, intentando descansar un poco. - respondió ella con cara de serenidad.
- Bueno. Espero que se recupere pronto. Solo había venido a decirle que la construcción en mi casa había finalizado.
- Está bien. Yo le haré saber las buenas noticias a mi esposo - respondió ella
De pronto, cuando estaba a punto de cerrar la puerta, se oyó una voz detrás de ella:
-Vecino, no se vaya.¿Porqué no pasa un momento? - preguntó el viejo.
- Estaba a punto de irme pero creo que puedo quedarme un par de minutos. - respondió el hombre, mientras entraba y acompañaba al viejo hasta la sala de la casa.
- Quería conversar con usted y darle las gracias por la gran lección de vida que he aprendido mientras lidiaba con su persona. - dijo el viejo.
- ¿Cómo así? -preguntó el vecino - ¿Qué está pasando? ¿A qué rayos se refiere?
El viejo levantó la libreta que traía en su mano derecha, la acercó hasta su vecino, la cedió en sus manos y le dijo:
- Estas hojas le explicarán mejor lo que trato de decirle. Revise con cuidado lo que he escrito durante setenta y siete días.
El vecino molesto estaba sorprendido, asustado y confundido, pero su curiosidad fue más fuerte que él y procedió a leer entre susurros:
-Día uno... Dos, tres, cuatro...
Al llegar al día setenta y siete ya sus lágrimas habían manchado las hojas de la libreta que ahora se sentía pesada en sus manos, pues estas temblaban y casi no podían soportar el peso de esta. Después de dejar escapar un suspiro, con un poco más de fuerza en la voz este leyó:
- Día número setenta y siete. Señor Jesús, te doy gracias por mi vecino. Después de setenta y siete días de perdonarlo he comprendido que el perdón es la única opción que tengo para retener la paz que me has dado. Si él no hubiera hecho la guerra conmigo, yo no hubiera podido comprender lo que significa vivir con la paz de Dios en mi corazón. Hoy lo perdono y te pido que él pueda conocer tu perdón, como un día yo conocí el tuyo.
Ese mismo día, el vecino molesto pidió perdón, a su vecino y también a Dios. Después de setenta y siete días de guerra continua, la paz de Dios gobernó entre ellos.
Si usted que lee tiene problemas para perdonar y tiene un vecino o un conocido, tal vez un familiar que le hace la vida imposible, lo invito a que corra y busque la librería más cercana a su casa o su trabajo y compre una libreta y escriba:
Día número uno. Hoy perdono a _____________________ ...
Puede que también usted aprenda una extraordinaria lección de vida.
miércoles, 30 de abril de 2014
EL CIELO ESTA LLENO DE GENTE MALA
Imagine su viaje al cielo que inicia atravesando las nubes en un día soleado. La vista hacia abajo mientras abandona la tierra y se adentra al profundo y colorido universo. Tal vez tomado de la mano de un ángel, tal vez solo o sola, no importa, nada sería más placentero que viajar contemplando los detalles hasta poder llegar a las puertas de la cuidad celestial. Seguramente encontraremos personas caminando y disfrutando de algo que no pudieron palpar en esta vida. Sonrisas, paz, alegría, amor, abrazos y Dios en persona, nada más que pedir o esperar en un lugar así.
Para muchos esta descripción es ideal, para otros es idealizada. Sin embargo, que le parecería si para hacerlo entrar en calor y ambiente, a la misma entrada de la cuidad, lo espera un grupo de personas para darle la bienvenida. Usted se acerca, ya entrando en una mezcla de emociones, cada vez más cerca para darse cuenta que entre la comitiva se encuentra esperando por su llegada, aquel vecino que le hizo a usted la vida de cuadros mientras vivió al lado de su humilde hogar. Y para su sorpresa ahí mismo está aquel mal gobernante que a usted le desagradaba tanto escuchar. La mujer de mala reputación del barrio, el comerciante de los precios injustos, el doctor culpable de las malas praxis, el religioso ultra hipócrita de la comunidad. Todos con los brazos abiertos, con sonrisa en rostro, con manos extendidas, con ropa de celebración y con los ojos fijos en usted. ¿Qué haría? ¿Cuál sería su reacción?
A todos los conoció en vida terrenal, pero todos fueron dignos merecedores de su desprecio y repudio por mucho tiempo. Pero, vaya conmigo, de la mano de mi imaginación un poco más adentro de la cuidad. ¿Nos sorprendería encontrar a un Bob Marley, a un Elvis Presley, que tal Friedrich Nietzsche, quizás a un Adolf Hitler? No lo se, pero la verdad cuando se trata del cielo y de Dios, deberíamos considerar todas las posibilidades. Ahora, ¿Considera usted que he exagerado, que mi mente es demasiado volátil?
No se si usted estaba al tanto de esto, y se lo comento sin ánimo a ofenderlo, pero ni Hitler, ni Nietzsche, ni su vecino, ni usted ni mucho menos yo, somos o hemos sido lo suficientemente buenos como para que nos admitan en la cuidad de Dios (el cielo). Dios nos ha dejado un recadito en su palabra que cabe perfectamente como una explicación divina para los seres humanos:
Como está escrito:«No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3: 10-12 RVR95)
Delante de Dios no hemos hecho lo suficiente para volver a sus brazos, sin embargo él sí hizo lo necesario por nosotros. ¿Recuerda a Jesús colgando de esa cruz? Seguramente lo recuerda puesto que para poder estar cerca de Él (Dios) debemos rendirnos a su hijo:
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16 RVR95)
Para que el cielo tenga sentido, se debe entender que está lleno de gente mala que se dejó amar por Dios a través de Jesús. Tanto su mal vecino, el mal gobernante, la mujer de la mala reputación, el comerciante malo, el mal doctor, el religioso hipócrita, usted y yo nos hemos tenido que rendir ante el amor, el perdón y la gracia de Dios para poder recibir un boleto que un día entregaremos para llegar, entrar y vivir en el cielo.
Hágase un favor, dele a Jesús la oportunidad de darle un viaje eterno a un lugar que está lleno de gente mala, pero que tienen mucho que contar acerca del perdón y el amor inmerecido.
Para muchos esta descripción es ideal, para otros es idealizada. Sin embargo, que le parecería si para hacerlo entrar en calor y ambiente, a la misma entrada de la cuidad, lo espera un grupo de personas para darle la bienvenida. Usted se acerca, ya entrando en una mezcla de emociones, cada vez más cerca para darse cuenta que entre la comitiva se encuentra esperando por su llegada, aquel vecino que le hizo a usted la vida de cuadros mientras vivió al lado de su humilde hogar. Y para su sorpresa ahí mismo está aquel mal gobernante que a usted le desagradaba tanto escuchar. La mujer de mala reputación del barrio, el comerciante de los precios injustos, el doctor culpable de las malas praxis, el religioso ultra hipócrita de la comunidad. Todos con los brazos abiertos, con sonrisa en rostro, con manos extendidas, con ropa de celebración y con los ojos fijos en usted. ¿Qué haría? ¿Cuál sería su reacción?
A todos los conoció en vida terrenal, pero todos fueron dignos merecedores de su desprecio y repudio por mucho tiempo. Pero, vaya conmigo, de la mano de mi imaginación un poco más adentro de la cuidad. ¿Nos sorprendería encontrar a un Bob Marley, a un Elvis Presley, que tal Friedrich Nietzsche, quizás a un Adolf Hitler? No lo se, pero la verdad cuando se trata del cielo y de Dios, deberíamos considerar todas las posibilidades. Ahora, ¿Considera usted que he exagerado, que mi mente es demasiado volátil?
No se si usted estaba al tanto de esto, y se lo comento sin ánimo a ofenderlo, pero ni Hitler, ni Nietzsche, ni su vecino, ni usted ni mucho menos yo, somos o hemos sido lo suficientemente buenos como para que nos admitan en la cuidad de Dios (el cielo). Dios nos ha dejado un recadito en su palabra que cabe perfectamente como una explicación divina para los seres humanos:
Como está escrito:«No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3: 10-12 RVR95)
Delante de Dios no hemos hecho lo suficiente para volver a sus brazos, sin embargo él sí hizo lo necesario por nosotros. ¿Recuerda a Jesús colgando de esa cruz? Seguramente lo recuerda puesto que para poder estar cerca de Él (Dios) debemos rendirnos a su hijo:
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16 RVR95)
Para que el cielo tenga sentido, se debe entender que está lleno de gente mala que se dejó amar por Dios a través de Jesús. Tanto su mal vecino, el mal gobernante, la mujer de la mala reputación, el comerciante malo, el mal doctor, el religioso hipócrita, usted y yo nos hemos tenido que rendir ante el amor, el perdón y la gracia de Dios para poder recibir un boleto que un día entregaremos para llegar, entrar y vivir en el cielo.
Hágase un favor, dele a Jesús la oportunidad de darle un viaje eterno a un lugar que está lleno de gente mala, pero que tienen mucho que contar acerca del perdón y el amor inmerecido.
lunes, 28 de abril de 2014
NO JUZGUE A ADÁN PORQUE USTED TAMBIÉN MORDIÓ LA FRUTA
El jardín estaba quieto ese día, simulando el silencio macabro de una película de terror, presagiando el momento por venir. Las frutas estaban servidas a la mesa, pero había nadie cerca que las comiera. El canto habitual de los pajarillos estaba escaso, la visita de los animales domésticos por los alrededores del huerto era casi nula esa día. Todos estaban al centro del jardín, siendo testigos del clímax, de la escena más escalofriante de la joven creación.
Silencio absoluto de los espectadores, vientos mudos soplaban, aun las hojas que caían de los árboles lo hacían imitando un susurro. Al centro, un diálogo. Una serpiente que encanta, no con música, sino con palabras astutas. Frente a ella, dos inocentes expectadores que están ansiosos, extasiados por un fruto que es más atractivo de cerca que de lejos.
Eva agonizaba de tanto deseo, Adán estaba indeciso. Ella lanza su último golpe, su último discurso de inocencia, sus últimas palabras para librarse de la desgracia. Adán callaba. El silencio en el jardín era cada vez más profundo.
De pronto, el sonido de un pequeño mordisco hizo estremecer los cuatro puntos cardinales de la tierra. Un minúsculo mordisco provocó el alarido más irritante en los cielos. El segundo mordisco fue más obsceno, más hiriente, más vulgar.
- Y Dios lo oyó.
Las aves lo oyeron y volaron despavoridas, los animales salvajes entraron en pánico, los mounstros marinos huyeron buscando lo profundo del océano, la serpiente se perdió entre lo espeso del árbol prohibido. El fruto caía de sus manos y mientras ellos lo veían descender notaron que sus cuerpos estaban desnudos, y con su desnudez descubierta a sus ojos optaron por la verguenza.
Huyeron y corrieron para vestirse.
- Y Dios llegó.
—¿Dónde estás? 10 El hombre contestó:—Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.11 —¿Quién te dijo que estabas desnudo? —le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras? [Génesis 3:9-11 NTV]
He escuchado a mucha gente hacer un juicio premeditado en contra de Adán y de Eva.
- ¿Porqué comieron ese fruto prohibido?
- Por su culpa estamos como estamos.
- Si tan solo no lo hubieran comido.
- ¿Y por qué debemos pagar otros por lo que hicieron ellos?
- Los culpables y castigados deberían ser ellos dos, y no nosotros.
Otros en su "eminente e implacable sapiencia" pretenden sentar a Dios en la silla del juicio:
- ¿Cómo se le ocurre a Dios poner un árbol así en el jardín?
- Si tan solo no hubiera puesto eso ahí.
- Dios es culpable por ponerle al hombre la tentación.
- Si Dios fuera tan bueno no le hubiera puesto lo malo enfrente al hombre.
Antes de que siga haciendo el papel de juez quiero invitarlo a meditar en algo interesante:
¿Y qué de nosotros? Me refiero a usted y a mí. Ha notado acaso que el mismo árbol, lleno de frutos maduros está frente nuestros ojos cada día. Sí mi estimado, el mismo árbol sigue en pie en el centro de nuestro jardín. Para ser más explícito, me refiero a que todos los días tanto usted como yo nos vemos tentados a consumir lo prohibido, lo que no debemos. La tentación está ahí y es atractiva (porque lo malo y lo prohibido siempre atraen, ¿verdad?), como serpiente que encanta, llamándonos a llevarle la contraria a Dios:
- ¿Le han ofrecido participar en un negocio ilícito recientemente?
- ¿Le ha coqueteado una persona casada hace poco?
- Ofertas de compra de equipos baratos. (Después de todo lo robado siempre cobra barato).
- Sexo antes del matrimonio.
- Robar
- Mentir
- Maldecir
- Ofender
- Plagiar
- Infidelidad
- Consumo de pornografía
... y la lista continúa.
¿Lo ha hecho? ¿Ha cometido alguna de estas faltas? ¿Se ha enredado por conveniencia en una de estas fechorías? Estoy seguro que sí, y he de decirle que usted también ha comido del fruto. Sea honesto, tanto usted como yo hemos corrido al centro del jardín, hemos tomado el fruto y hemos comido. Hemos hecho lo malo. El eco de los frutos mordidos nos persigue;
- Y Dios lo oye.
Eva y Adán fueron los primeros, pero no los únicos. Por favor ya no juzgue a Adán por que usted también ha mordido la fruta. Por favor ya no juzgue a Dios por su pecado. Hágase un poco responsable por sus faltas.
Hay algo que usted no puede olvidar antes de juzgar a Dios y es que en el mismo jardín hay otro árbol, y este no está prohibido, eso sí, está cercado y protegido, y la única forma de entrar es a través de una puerta en forma de cruz que Jesús dejó abierta para los que quieran comer de éste. Me refiero al árbol de la vida. Ese mismo del que se puede comer sin ofender a Dios, que no deja culpa, remordimiento, desgracia, dolor y muerte. ¿Le apetece?
La próxima vez que Dios esté cerca de usted y escuche su voz preguntándole - ¿Dónde estás? ojalá y pueda responder:
- Cerca de la cruz, comiendo del árbol bueno que JESÚS ha dejado para mí.
Talvez y Dios se siente a comer un poco con nosotros del delicioso fruto del árbol de la vida. Uno nunca sabe.
Silencio absoluto de los espectadores, vientos mudos soplaban, aun las hojas que caían de los árboles lo hacían imitando un susurro. Al centro, un diálogo. Una serpiente que encanta, no con música, sino con palabras astutas. Frente a ella, dos inocentes expectadores que están ansiosos, extasiados por un fruto que es más atractivo de cerca que de lejos.
Eva agonizaba de tanto deseo, Adán estaba indeciso. Ella lanza su último golpe, su último discurso de inocencia, sus últimas palabras para librarse de la desgracia. Adán callaba. El silencio en el jardín era cada vez más profundo.
De pronto, el sonido de un pequeño mordisco hizo estremecer los cuatro puntos cardinales de la tierra. Un minúsculo mordisco provocó el alarido más irritante en los cielos. El segundo mordisco fue más obsceno, más hiriente, más vulgar.
- Y Dios lo oyó.
Las aves lo oyeron y volaron despavoridas, los animales salvajes entraron en pánico, los mounstros marinos huyeron buscando lo profundo del océano, la serpiente se perdió entre lo espeso del árbol prohibido. El fruto caía de sus manos y mientras ellos lo veían descender notaron que sus cuerpos estaban desnudos, y con su desnudez descubierta a sus ojos optaron por la verguenza.
Huyeron y corrieron para vestirse.
- Y Dios llegó.
—¿Dónde estás? 10 El hombre contestó:—Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.11 —¿Quién te dijo que estabas desnudo? —le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras? [Génesis 3:9-11 NTV]
He escuchado a mucha gente hacer un juicio premeditado en contra de Adán y de Eva.
- ¿Porqué comieron ese fruto prohibido?
- Por su culpa estamos como estamos.
- Si tan solo no lo hubieran comido.
- ¿Y por qué debemos pagar otros por lo que hicieron ellos?
- Los culpables y castigados deberían ser ellos dos, y no nosotros.
Otros en su "eminente e implacable sapiencia" pretenden sentar a Dios en la silla del juicio:
- ¿Cómo se le ocurre a Dios poner un árbol así en el jardín?
- Si tan solo no hubiera puesto eso ahí.
- Dios es culpable por ponerle al hombre la tentación.
- Si Dios fuera tan bueno no le hubiera puesto lo malo enfrente al hombre.
Antes de que siga haciendo el papel de juez quiero invitarlo a meditar en algo interesante:
¿Y qué de nosotros? Me refiero a usted y a mí. Ha notado acaso que el mismo árbol, lleno de frutos maduros está frente nuestros ojos cada día. Sí mi estimado, el mismo árbol sigue en pie en el centro de nuestro jardín. Para ser más explícito, me refiero a que todos los días tanto usted como yo nos vemos tentados a consumir lo prohibido, lo que no debemos. La tentación está ahí y es atractiva (porque lo malo y lo prohibido siempre atraen, ¿verdad?), como serpiente que encanta, llamándonos a llevarle la contraria a Dios:
- ¿Le han ofrecido participar en un negocio ilícito recientemente?
- ¿Le ha coqueteado una persona casada hace poco?
- Ofertas de compra de equipos baratos. (Después de todo lo robado siempre cobra barato).
- Sexo antes del matrimonio.
- Robar
- Mentir
- Maldecir
- Ofender
- Plagiar
- Infidelidad
- Consumo de pornografía
... y la lista continúa.
¿Lo ha hecho? ¿Ha cometido alguna de estas faltas? ¿Se ha enredado por conveniencia en una de estas fechorías? Estoy seguro que sí, y he de decirle que usted también ha comido del fruto. Sea honesto, tanto usted como yo hemos corrido al centro del jardín, hemos tomado el fruto y hemos comido. Hemos hecho lo malo. El eco de los frutos mordidos nos persigue;
- Y Dios lo oye.
Eva y Adán fueron los primeros, pero no los únicos. Por favor ya no juzgue a Adán por que usted también ha mordido la fruta. Por favor ya no juzgue a Dios por su pecado. Hágase un poco responsable por sus faltas.
Hay algo que usted no puede olvidar antes de juzgar a Dios y es que en el mismo jardín hay otro árbol, y este no está prohibido, eso sí, está cercado y protegido, y la única forma de entrar es a través de una puerta en forma de cruz que Jesús dejó abierta para los que quieran comer de éste. Me refiero al árbol de la vida. Ese mismo del que se puede comer sin ofender a Dios, que no deja culpa, remordimiento, desgracia, dolor y muerte. ¿Le apetece?
La próxima vez que Dios esté cerca de usted y escuche su voz preguntándole - ¿Dónde estás? ojalá y pueda responder:
- Cerca de la cruz, comiendo del árbol bueno que JESÚS ha dejado para mí.
Talvez y Dios se siente a comer un poco con nosotros del delicioso fruto del árbol de la vida. Uno nunca sabe.
sábado, 19 de abril de 2014
EL DOMINGO PRONTO LLEGARÁ
Aún no entiendo porqué, pero se supone que donde hay un vacío no existe nada. Sin embargo cuando se trata del vacío en el corazón siempre hay algo, más bien, siempre hay mucho. En el espacio vacío de un corazón siempre está la pena, el dolor, los recuerdos buenos y malos, los retratos de los rostros y las palabras de aquellos que amamos y que se han ido, siendo estas personas ausentes las causantes de dicho vacío.
Ha visto a una esposa llorando desconsoladamente por el esposo que se ausenta para siempre de esta vida. Un hombre que gime, sufre, se lamenta por la pérdida de un hijo que con el pasar del tiempo debía enterrar a su progenitor y no de forma inversa como ahora ocurre. Un joven le da el último adiós no solo al soldado fiel, sino también a su mejor amigo. Un papá que no volverá, una novia que no llegó al altar, un inocente que no vio justicia en vida, un niño que parte hacia una mejor vida de la que hoy vivimos.
El amor siempre lo llena todo, por eso nos hace tan felices cuando amamos y somos amados. La muerte por eso es tan odiada y temida, porque siempre se lleva nuestro todo y deja vacíos a aquellos que estaban llenos.
Recuerda a María, la madre de Jesús. Ella amaba tanto a su hijo que arriesgó su propia vida para verlo morir de cerca.
Recuerda a los amigos íntimos del Maestro, esos once que compartieron con Jesús sus vidas, sus sueños, sus secretos, sus temores y sus alegrías. Ellos huyeron la primera vez cuando todo se puso mal, pero después de esa vez, nunca más volvieron a alejarse de él.
Seguramente a esta lista se suman muchos de los que fueron sanados por Jesús. Todos estos también tenían mucho en común, su amado Señor se había ido. ¿Qué quedaba por hacer? ¿Cómo llenar el vacío que un hombre tan especial dejaba en ellos? Solo quedaban los retratos de sus sonrisas, el eco de su voz, el aroma en sus ropas, el recuerdo de su transitar por las calles que hasta hace días él recorría, las escenas inolvidables. "¿Qué no haríamos por escuchar sus regaños de nuevo?" "¿Qué no pagaríamos por un día más en la playa con él?" "¿Qué no daríamos por verlo de nuevo?" Seguramente con estas palabras se consolaban mientras se juntaban a lamentar su muerte. - Pero, un momento, -dijo uno de ellos, -Jesús dijo que al tercer día resucitaría y que lo volveríamos a ver.
- Basta ya, -replicó otro, - dejemos que el tiempo cure nuestras heridas.
Ese sábado por la noche, juntos en ese cuarto, seguramente fue para ellos el espacio más vacío que alguna vez probaron.
Tal vez fue Tomás el último en ir a dormir esa noche, cerca de la última vela encendida y no queriendo apagarla, viendo como se quemaba lo poco de esta y con ella, quemando lo último de esperanza que quedaba en su corazón de que fueran ciertas las palabras de su amigo, que al tercer día volverían a verlo.
Seguro que apagó la lámpara, y antes de cerrar sus ojos le susurró al vacío que había en su corazón: - El domingo pronto llegará.
Ha visto a una esposa llorando desconsoladamente por el esposo que se ausenta para siempre de esta vida. Un hombre que gime, sufre, se lamenta por la pérdida de un hijo que con el pasar del tiempo debía enterrar a su progenitor y no de forma inversa como ahora ocurre. Un joven le da el último adiós no solo al soldado fiel, sino también a su mejor amigo. Un papá que no volverá, una novia que no llegó al altar, un inocente que no vio justicia en vida, un niño que parte hacia una mejor vida de la que hoy vivimos.
El amor siempre lo llena todo, por eso nos hace tan felices cuando amamos y somos amados. La muerte por eso es tan odiada y temida, porque siempre se lleva nuestro todo y deja vacíos a aquellos que estaban llenos.
Recuerda a María, la madre de Jesús. Ella amaba tanto a su hijo que arriesgó su propia vida para verlo morir de cerca.
Recuerda a los amigos íntimos del Maestro, esos once que compartieron con Jesús sus vidas, sus sueños, sus secretos, sus temores y sus alegrías. Ellos huyeron la primera vez cuando todo se puso mal, pero después de esa vez, nunca más volvieron a alejarse de él.
Seguramente a esta lista se suman muchos de los que fueron sanados por Jesús. Todos estos también tenían mucho en común, su amado Señor se había ido. ¿Qué quedaba por hacer? ¿Cómo llenar el vacío que un hombre tan especial dejaba en ellos? Solo quedaban los retratos de sus sonrisas, el eco de su voz, el aroma en sus ropas, el recuerdo de su transitar por las calles que hasta hace días él recorría, las escenas inolvidables. "¿Qué no haríamos por escuchar sus regaños de nuevo?" "¿Qué no pagaríamos por un día más en la playa con él?" "¿Qué no daríamos por verlo de nuevo?" Seguramente con estas palabras se consolaban mientras se juntaban a lamentar su muerte. - Pero, un momento, -dijo uno de ellos, -Jesús dijo que al tercer día resucitaría y que lo volveríamos a ver.
- Basta ya, -replicó otro, - dejemos que el tiempo cure nuestras heridas.
Ese sábado por la noche, juntos en ese cuarto, seguramente fue para ellos el espacio más vacío que alguna vez probaron.
Tal vez fue Tomás el último en ir a dormir esa noche, cerca de la última vela encendida y no queriendo apagarla, viendo como se quemaba lo poco de esta y con ella, quemando lo último de esperanza que quedaba en su corazón de que fueran ciertas las palabras de su amigo, que al tercer día volverían a verlo.
Seguro que apagó la lámpara, y antes de cerrar sus ojos le susurró al vacío que había en su corazón: - El domingo pronto llegará.
viernes, 18 de abril de 2014
¿QUIÉN ES ESE HOMBRE QUE COLGABA DE LA CRUZ?
¿Quién eres? ¿Dime quién eres? Esta parece una pregunta simple, sencilla y casi sin importancia, común y aparentemente ridícula para la persona promedio. Pero para Jesús esta pregunta es un dardo envenenado que lo ha perseguido toda su vida, queriendo hacer sangrar su convicción, su corazón y su confianza en su ABBA (papi).
Él está ahí, colgando de una cruz ensangrentada, con sus ojos empañados de sangre, sudor y tanto dolor. Sus brazos están abiertos pero también sus oídos para escuchar una vez más esa voz que le susurra para sembrar la duda: ¿Quién eres?
Todo comenzó aquel día muy temprano mientras él seguramente terminaba de ordenar sus herramientas de carpintería; formón, cepillo, clavos, martillos. Todo en orden e inventario terminado. Él partía para nunca más regresar a su taller, deslizando ligeramente sus dedos por su meza de trabajo favorita se despidió con amor y sin decir adiós.
Llegando al río se unió a la fila para esperar su turno mientras su primo hacía su mejor trabajo del día. LLegó su turno, luego un abrazo, palabras de afirmación y se sumergió para ser bautizado y, eh aquí el inicio:
"Este es mi hijo amado..." Una vez que el Padre en los cielos hiciera esta declaración, tanto el infierno, como la humanidad misma le lanzaron preguntas como si fueran dardos de fuegos: ¿Quién eres? ¿Dime quién eres?
Puede ver a Satanás en el desierto abriendo el debate: ¿Quién eres? Porque si eres de verdad el hijo de Dios entonces haz esto, o aquello... (Énfasis personal tomado de Mateo 4) Juan el bautista: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? (Mateo 11:3) Sus mismos colegas entran en duda: ¿Quién es este... (Lucas 8:25).
La escena final y más cruda se detalla en el mismo momento de su crucifixión:
Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el Escogido. 36 También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre 37y le dijeron:—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.» 39Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:—¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! (Lucas 23: 35-39)
Los gobernantes le escupen la duda en la cara: ¿Quién eres, un salvador? Entonces sálvate a ti mismo? Sus ejecutores le lanzan escarnio como veneno: ¿Quién eres, un rey? Sálvate a ti mismo entonces? Y qué de su agonizante acompañante de al lado que lo recibe con un poco de amargura: ¿Quién eres tú, no eres tú el Cristo? Sálvate a ti y a nosotros.
Puedo imaginarme a Jesús en esa cruz. Perdió su sangre, dejó escapar el poco oxígeno de sus inflamados pulmones, entregó el cuido de su amada madre terrenal en manos de su amigo, lo entregó todo, lo dejó ir todo, pero lo único que retuvo fue su convicción hasta el final. Recuerda las palabras de inicio: Este es mi hijo... Ahora vea las palabras en su muerte: -Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!Y al decir esto, expiró. (Lucas 23:46)
Inicio: Mi hijo... final: Padre.
Un soldado romano y su compañía de sicarios a sueldo que lo escucharon, vieron como su duda se disipó al escucharlo hablar, al verlo morir con convicción:
54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:—¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!
Al conocer su vida, sus palabras y su muerte, estoy convencido que Verdaderamente éste hombre que cuelga en esa cruz, es el Hijo de Dios. El Salvador del mundo y de mi vida.
Y para usted mi estimado, se atrevería también a preguntar a ese hombre ahí crucificado: ¿Quién eres?
Si aún no está convencido le pido que revise con mucho detenimiento las palabras de Jesús en la cruz, estoy seguro que él puede disipar sus dudas y convertirlas en FE para vida eterna, sin siquiera tener que bajar del madero.
Él está ahí, colgando de una cruz ensangrentada, con sus ojos empañados de sangre, sudor y tanto dolor. Sus brazos están abiertos pero también sus oídos para escuchar una vez más esa voz que le susurra para sembrar la duda: ¿Quién eres?
Todo comenzó aquel día muy temprano mientras él seguramente terminaba de ordenar sus herramientas de carpintería; formón, cepillo, clavos, martillos. Todo en orden e inventario terminado. Él partía para nunca más regresar a su taller, deslizando ligeramente sus dedos por su meza de trabajo favorita se despidió con amor y sin decir adiós.
Llegando al río se unió a la fila para esperar su turno mientras su primo hacía su mejor trabajo del día. LLegó su turno, luego un abrazo, palabras de afirmación y se sumergió para ser bautizado y, eh aquí el inicio:
"Este es mi hijo amado..." Una vez que el Padre en los cielos hiciera esta declaración, tanto el infierno, como la humanidad misma le lanzaron preguntas como si fueran dardos de fuegos: ¿Quién eres? ¿Dime quién eres?
Puede ver a Satanás en el desierto abriendo el debate: ¿Quién eres? Porque si eres de verdad el hijo de Dios entonces haz esto, o aquello... (Énfasis personal tomado de Mateo 4) Juan el bautista: ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? (Mateo 11:3) Sus mismos colegas entran en duda: ¿Quién es este... (Lucas 8:25).
La escena final y más cruda se detalla en el mismo momento de su crucifixión:
Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el Escogido. 36 También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre 37y le dijeron:—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.» 39Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:—¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! (Lucas 23: 35-39)
Los gobernantes le escupen la duda en la cara: ¿Quién eres, un salvador? Entonces sálvate a ti mismo? Sus ejecutores le lanzan escarnio como veneno: ¿Quién eres, un rey? Sálvate a ti mismo entonces? Y qué de su agonizante acompañante de al lado que lo recibe con un poco de amargura: ¿Quién eres tú, no eres tú el Cristo? Sálvate a ti y a nosotros.
Puedo imaginarme a Jesús en esa cruz. Perdió su sangre, dejó escapar el poco oxígeno de sus inflamados pulmones, entregó el cuido de su amada madre terrenal en manos de su amigo, lo entregó todo, lo dejó ir todo, pero lo único que retuvo fue su convicción hasta el final. Recuerda las palabras de inicio: Este es mi hijo... Ahora vea las palabras en su muerte: -Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!Y al decir esto, expiró. (Lucas 23:46)
Inicio: Mi hijo... final: Padre.
Un soldado romano y su compañía de sicarios a sueldo que lo escucharon, vieron como su duda se disipó al escucharlo hablar, al verlo morir con convicción:
54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:—¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!
Al conocer su vida, sus palabras y su muerte, estoy convencido que Verdaderamente éste hombre que cuelga en esa cruz, es el Hijo de Dios. El Salvador del mundo y de mi vida.
Y para usted mi estimado, se atrevería también a preguntar a ese hombre ahí crucificado: ¿Quién eres?
Si aún no está convencido le pido que revise con mucho detenimiento las palabras de Jesús en la cruz, estoy seguro que él puede disipar sus dudas y convertirlas en FE para vida eterna, sin siquiera tener que bajar del madero.
jueves, 10 de abril de 2014
DIOS NO EXISTE PORQUE NO LO ENCUENTRAN
Muchos de nosotros hemos sido enseñados desde muy niños que Dios existe, que es real, que es eterno, y a eso le hemos llamado FE. Fe para muchos es creer que un ser supremo existe y que rige todos y cada uno de los movimientos del universo que nos cobija. Cuando a algún mortal se le ha ocurrido hacer preguntas acerca de este tipo de Fe, por muy sinceras o mal intencionadas que sean, se le impregna una marca social en su frente que avisa: Hereje.
Olvidamos que somos seres que intrínsecamente operamos bajo la razón más que por instinto. El sello de nuestra inteligencia radica en nuestras preguntas. Puede ver usted a un niño preguntándole a sus papás: ¿Porqué, porqué, porqué, porqué? Esa simple cualidad de preguntar es la que nos hace superiores a los otros seres vivos terrestres, me refiero a las plantas y los animales.
Entonces pensando en esto yo mismo me pregunto: ¿ Qué tiene de malo preguntar si Dios existe? ¿Qué tiene de malo preguntar si él es real? ¿Qué tiene de malo preguntar dónde está Dios? El problema con estas preguntas es que a muchos les molesta, hasta les ofende porque creen que se está cuestionando a Dios o a su existencia y eso es blasfemia, herejía, pecado y segura sentencia de muerte eterna. Ahora, qué de los que no preguntan sino que aseveran que Dios no existe, que no es real, que es pura fantasía. ¿Sinceramente cree usted que esto desafía a Dios? Yo creo que no. ¿Cómo podría presionar a Dios el razonamiento limitado de un ser humano? Tengamos cuidado con nuestras premeditadas conclusiones. Asegurar que Dios se ofende y se siente desafiado por un mortal con signos de "incredulidad" es intentar poner al creador y a la creación al mismo nivel de razonamiento. Es como creer que Dios está OBLIGADO a demostrarle a cada ser humano que él existe y que es real. No, no, no y no. Dios es Dios aunque hayan muchos o pocos que no crean que él lo es o que es real. Sin embargo me resulta tan interesante escuchar a alguien afirmar que Dios no existe. Yo me he preguntado muchas veces, en qué se basan estas personas para afirmar con tanta contundencia sus convicciones. ¿No creo porque no lo he visto? ¿No creo porque no lo encuentro? Razonar así es como jugar a ser niños de seis años.
Imagine que alguien le dice a un par de niños que asisten a primer grado: En el mar existen los submarinos. Si ustedes van al gran océano y los buscan los encontrarán. No muchos días estos pequeños emprenden un viaje de quince a bordo de un crucero con sus padres. Cada día ambos salen desde muy temprano a la proa a revisar meticulosamente con la vista el mar, desde la salida del sol, hasta que sus párpados les exigen descanso. Quince días sin acortar la rutina, perdiendo de disfrutar de cada detalle del costoso viaje sin poder ser testigos de la existencia de los submarinos. Al final, ambos llegaron a la conclusión de que los submarinos no existen, pues en dos semanas completas cargadas de extensa búsqueda visual, no lograron ver ni uno.
Yo no pretendo asegurar que yo he visto personalmente y cara a cara a Dios, pero de algo estoy completamente convencido: De que no necesito verlo para encontrarlo, más bien, necesito encontrarlo para un día verlo cara a cara.
Yo no creo en él porque lo haya visto, sino porque lo encontré, y así, un día de estos se que lo veré.
Si usted dice que Dios no existe, no diga por favor que piensa así porque no lo ha visto. Más bien lo invito a sincerarse un poquito más y acepte que no cree en él porque no lo ha encontrado. Verá que pensando así será más fácil llegar hasta él.
sábado, 5 de abril de 2014
LO QUE DIOS ESPERA OIR DE MI Y DE USTED
Hay amor, humildad, contentamiento, satisfacción, bendición, paz, buenos sentimientos, alivio, aprecio, dentro de la palabra "Gracias".
Si en algo fallamos con constancia es en lo referente a la gratitud. Fuimos enseñados desde niños a dar gracias por los regalos, por aquello que recibimos, sobre todo si es de mucho agrado; mientras más grande o preciado el don recibido, más pronunciada y acentuada la palabra "gracias". No se en su caso pero en el mío, el no dar las gracias me convertía inmediatamente en digno merecedor del castigo inmediato.
La falta de gratitud muestra menosprecio, inconformidad, malos sentimientos, baja estima, falta de paz, odiosidad, grosería, mala educación, vergüenza, de ahí que todo esto siempre engendra castigo para el ingrato.
Y volviendo el tema a Dios, lanzo una pregunta: ¿Con cuánta constancia le he hemos expresado a Dios nuestro agradecimiento? ¿Ha hecho Dios algo por usted que merezca un: Gracias, gracias, gracias Dios? ¿Le ha dado usted a Dios un Gracias con la misma frecuencia con que él lo bendice? Si me pregunta a mí, le diría que no siempre, sin embargo hace poco, después de ver como Dios ha venido sacando mi vida y la de mi familia de tantos momentos difíciles, estoy entendiendo que si hay una palabra que Dios espera de mi, de mi familia y porque no, de usted también es esta: "GRACIAS".
Yo quiero hacerlo desde este espacio, quiero compartirlo con usted que se toma el tiempo de leer mis palabras, queriendo provocar en su corazón el mismo sentir, la misma convicción que hoy me llena. Acá unas palabras que están escritas en mi corazón para Dios, que ahora usted también conocerá:
Dedicada a: Dios, mi Padre (papito), mi Señor (y mentor) y a mi mejor amigo el Espíritu Santo.
Papi, gracias por ser un ejemplo de responsabilidad para mí. La provisión siempre llega a casa aún cuando no tengamos dinero suficiente para conseguirla por nosotros mismos. Tu corrección me ha hecho un hombre de bien y tu ejemplo como buen padre me inspira para modelarle a mi pequeño Diego. Te amo y gracias por ser un papi tan tierno, fuerte, íntegro y amoroso. Gracias papi.
Señor Jesús, primero que todo gracias por morir por mí en esa horrible cruz. Tu demostración de amor por mí me deja sin palabras, solo me alcanza para decirte Gracias. Sos el mentor que siempre deseé tener, tus historias me vuelan la cabeza, tus enseñanzas me exprimen el alma y tu amor me hace llorar, pues con vos aprendí que se puede llorar por amor. Gracias por confiar en mí cuando ni yo mismo lo hacía. Un día te voy a ver y espero que me logren salir estas palabras después de ahogarme en tus brazos: GRACIAS.
Precioso Espíritu Santo, gracias, gracias, gracias por tenerme tanta paciencia. Gracias por halar mi brazo cuando ya me desviaba del camino. Gracias por ser el mejor amigo, por sonreír conmigo cuando me tocaba llorar. Gracias por sanar cada herida en mi corazón, heridas que yo mismo me provoqué por mi terquedad. Gracias dejarme usar tu perfume cuando mi vida olía más mal que nunca. Te amo amigo, te amo mi Dios. Gracias.
Atte: Napo
Pd: Gracias Dios, muchas gracias.
Solo una cosa más. Si usted no ha hecho algo como esto hoy, lo invito que lo haga, verá como su corazón se lo agradecerá.
A usted también, gracias por leer estas palabras, sobre todo este post.
jueves, 3 de abril de 2014
LA PUERTA CERRADA QUE SIEMPRE SE ABRE
La vida es como un pasillo, muy largo para muchos, muy corto para otros. Dicho pasillo está rodeado con miles y miles de puertas, nombradas y numeradas como puertas de apartamentos, aunque cada una tiene el mismo nombre, difieren de todas por sus números, números que nunca se repiten.
Usted está en un pasillo, yo estoy en mi pasillo, su vecino está en otro y así cada persona en este mundo corre, camina, gatea y se mueve en su propio corredor hasta que llegue cada uno al final del recorrido y entonces, lo eterno.
Con el pasar del tiempo y de la distancia recorrida vamos aprendiendo que algunas puertas no se abrirán jamás, otras lo harán con facilidad. El nombre que cuelga de cada puerta es: "OPORTUNIDADES"
La experiencia es una herramienta esencial cuando se trata de alcanzar las mejores oportunidades que nos ofrece la vida. Con experiencia se disciernen aquellas que valen la pena y las que no. Pero también dicha herramienta nos enseña que el primer paso para lograr abrir una puerta empieza por saber llamar tocando la puerta, tocar una vez, dos, tres veces, cuatro o las veces que sea necesario.
Todos esperamos que detrás de cada oportunidad alguien nos responda, porque si usted no lo había entendido siempre hay alguien detrás de cada puerta. Recuerdas que alguna vez llegaste a solicitar un empleo y alguien te dijo que no había vacante o en el peor de los casos te prometieron una llamada que nunca llegó. Recuerdas cuando buscaste la oportunidad de tu vida con esa chica y ella simplemente azotó la puerta en la cara de tus sentimientos. Y que de aquella vez que no alcanzaste la oportunidad de un asenso porque alguien no te dio pase por la puerta a ti para dársela a alguien más. Cada oportunidad perdida duele, cada puerta cerrada para nosotros deja huella.
Hay una puerta que se repite en todos los pasillos, es más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada de forma que intimida a muchos. Yo la vi hace años, incluso desde mi niñez pero a mi también me intimidó, sin embargo en una etapa dura de mi juventud lo intenté. Toqué con temor pendiendo de un hilo de esperanza de que esta vez, quien estuviera detrás de ella no se atreviera a cerrarla en mi cara. Un hombre con apariencia de carpintero, pero con rostro de Salvador abrió, me dijo que me estaba esperando y era bienvenido a pasar. Después de ese día vivo con él, salgo a transitar mi pasillo con sus puertas, pero siempre regreso a esa puerta, sabiendo quién abrirá para volver escuchar la misma frase con el sabor fresco de siempre: Te estaba esperando, Bienvenido.
Para usted que está leyendo:
En tu propio pasillo está esa misma puerta, la reconocerá porque es un poco más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada, pero no se intimide. LLame, toque, estoy seguro que lo están esperado. Se sentirá tan bienvenido. Vamos, lo animo, hágalo hoy. Esta es la puerta cerrada que siempre sea abrirá para todo el que toque.
Con el pasar del tiempo y de la distancia recorrida vamos aprendiendo que algunas puertas no se abrirán jamás, otras lo harán con facilidad. El nombre que cuelga de cada puerta es: "OPORTUNIDADES"
La experiencia es una herramienta esencial cuando se trata de alcanzar las mejores oportunidades que nos ofrece la vida. Con experiencia se disciernen aquellas que valen la pena y las que no. Pero también dicha herramienta nos enseña que el primer paso para lograr abrir una puerta empieza por saber llamar tocando la puerta, tocar una vez, dos, tres veces, cuatro o las veces que sea necesario.
Todos esperamos que detrás de cada oportunidad alguien nos responda, porque si usted no lo había entendido siempre hay alguien detrás de cada puerta. Recuerdas que alguna vez llegaste a solicitar un empleo y alguien te dijo que no había vacante o en el peor de los casos te prometieron una llamada que nunca llegó. Recuerdas cuando buscaste la oportunidad de tu vida con esa chica y ella simplemente azotó la puerta en la cara de tus sentimientos. Y que de aquella vez que no alcanzaste la oportunidad de un asenso porque alguien no te dio pase por la puerta a ti para dársela a alguien más. Cada oportunidad perdida duele, cada puerta cerrada para nosotros deja huella.
Hay una puerta que se repite en todos los pasillos, es más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada de forma que intimida a muchos. Yo la vi hace años, incluso desde mi niñez pero a mi también me intimidó, sin embargo en una etapa dura de mi juventud lo intenté. Toqué con temor pendiendo de un hilo de esperanza de que esta vez, quien estuviera detrás de ella no se atreviera a cerrarla en mi cara. Un hombre con apariencia de carpintero, pero con rostro de Salvador abrió, me dijo que me estaba esperando y era bienvenido a pasar. Después de ese día vivo con él, salgo a transitar mi pasillo con sus puertas, pero siempre regreso a esa puerta, sabiendo quién abrirá para volver escuchar la misma frase con el sabor fresco de siempre: Te estaba esperando, Bienvenido.
Para usted que está leyendo:
En tu propio pasillo está esa misma puerta, la reconocerá porque es un poco más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada, pero no se intimide. LLame, toque, estoy seguro que lo están esperado. Se sentirá tan bienvenido. Vamos, lo animo, hágalo hoy. Esta es la puerta cerrada que siempre sea abrirá para todo el que toque.
miércoles, 2 de abril de 2014
NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER
La vida del ser humano es una mezcla de circunstancias, de sabores dulces y amargos.
Una de las circunstancias más amargas que puede atravesar una persona en esta vida es estar privado del dulce don de la vista, ya que esta está compuesta de pinceladas de colores. Por ejemplo piense un poco en esto: el amor adoptó un color, el luto adoptó uno también. Aún Dios gusta vestirse de uno, como para hacernos saber que hasta lo santo tiene color. Las figuras, los rostros, el horizonte, un atardecer en el mar, una sonrisa, un coqueteo, un adiós de lejos. Todo esto tiene un color para el alma, después que los ojos lo perciben. Por estas cosas y tal vez algunas más, es que es tan duro y amargo para muchos.
Una persona privada del sentido de la visión genera muchas reacciones en quienes les rodean. Lástima para los que viven cargados de orgullo, misericordia para los que se sumergen en la empatía, ánimo para los que ven en ellos una oportunidad de ayudar, valentía e inspiración para los que perciben en ellos el coraje de sortear la vida, después que esta gestó un golpe que les arrebató la visión.
Yo personalmente opino: "Benditos sean los que sin poder ver, oyen la vida, saborean sus mejores momentos, tocan la voluntad de otros con una sonrisa y olfatean el peligro de cada día para mantenerse lo más lejos que les sea posible."
Sin embargo, en esta vida me he encontrado con otro tipo de ciegos que no ven, no porque hayan perdido el sentido de la vista, sino que han perdido de vista el sentido de la vida eterna. Recita un viejo dicho que escuché hace muchos años: "No hay peor ciego que el que no quiere ver" y estoy convencido una vez más, que los dichos, como dice mi mamá, están en lo cierto.
El sentido de la vida para el ser humano le fue otorgado cuando comprendió que la eternidad existe, y que esta comienza cuando emprendemos el viaje después de haber peregrinado por esta vida. El hombre o la mujer, o el niño o el anciano que no puede ver más allá de esta vida ha perdido de vista el sentido de su vida, lo que lo convierte en un ciego, porque no quiere ver.
La esperanza de una eternidad es luz para el alma, teniendo en cuenta que el hoy es solo un paso que me acerca más a lo infinito.
Muchos no piensan en esto, y yo los llamo ciegos del corazón. No es acaso ceguera limitar el inmenso milagro de la vida a simplemente este ciclo sin sabor: Nacer, crecer, reproducirme y morir? Fuimos puestos en un universo infinito, bajo un techo impresionante y aun sin terminar de ser explorado llamado tierra, con un cuerpo arquitectónica y milagrosamente construido dotado de alma y aliento, para terminar concluyendo que después de muerto solo hay gusanos y cenizas para mí y para usted? Todo esto es tan ridículo como tener ojos y no querer ver jamás.
Hasta este momento del escrito usted puede juzgar mis palabras como a usted bien le parezca, pero que tal si le digo que Dios está de acuerdo conmigo. Basándome en la biblia como la Palabra escrita e inspirada por Dios, le invito a revisar este pasaje:
"Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin" (Eclesiastés 3:11)
Si somos eternos es porque Dios así lo quiso, y la eternidad es inminente tanto para el que la vea como para el que no quiera hacerlo. Una eternidad con Dios o sin él es lo que le espera, pero claro esto tendrá sentido para usted tanto como para mí si tan solo nos atrevemos a verlo.
Dentro de las paradojas de la vida encuentro que hay ciegos que ven lo eterno tan cerca, y otros que ven que son ciegos solo porque no quieren ver un poquito más allá de lo que viven hoy.
Mi oración es que el mismo Dios hecho hombre, pero Dios (me refiero a Jesús), le abra los ojos al que no puede ver lo eterno, porque para ver a Dios se tendrá que hacer con los ojos del corazón bien abiertos. Lo animo, ore usted también a Jesús para que el milagro ocurra en usted hoy, yo se muy bien que él lo va a hacer, como lo hizo conmigo. De algo estoy seguro, usted también disfrutará del hermoso e inigualable color de la eternidad.
Una de las circunstancias más amargas que puede atravesar una persona en esta vida es estar privado del dulce don de la vista, ya que esta está compuesta de pinceladas de colores. Por ejemplo piense un poco en esto: el amor adoptó un color, el luto adoptó uno también. Aún Dios gusta vestirse de uno, como para hacernos saber que hasta lo santo tiene color. Las figuras, los rostros, el horizonte, un atardecer en el mar, una sonrisa, un coqueteo, un adiós de lejos. Todo esto tiene un color para el alma, después que los ojos lo perciben. Por estas cosas y tal vez algunas más, es que es tan duro y amargo para muchos.
Una persona privada del sentido de la visión genera muchas reacciones en quienes les rodean. Lástima para los que viven cargados de orgullo, misericordia para los que se sumergen en la empatía, ánimo para los que ven en ellos una oportunidad de ayudar, valentía e inspiración para los que perciben en ellos el coraje de sortear la vida, después que esta gestó un golpe que les arrebató la visión.
Yo personalmente opino: "Benditos sean los que sin poder ver, oyen la vida, saborean sus mejores momentos, tocan la voluntad de otros con una sonrisa y olfatean el peligro de cada día para mantenerse lo más lejos que les sea posible."
Sin embargo, en esta vida me he encontrado con otro tipo de ciegos que no ven, no porque hayan perdido el sentido de la vista, sino que han perdido de vista el sentido de la vida eterna. Recita un viejo dicho que escuché hace muchos años: "No hay peor ciego que el que no quiere ver" y estoy convencido una vez más, que los dichos, como dice mi mamá, están en lo cierto.
El sentido de la vida para el ser humano le fue otorgado cuando comprendió que la eternidad existe, y que esta comienza cuando emprendemos el viaje después de haber peregrinado por esta vida. El hombre o la mujer, o el niño o el anciano que no puede ver más allá de esta vida ha perdido de vista el sentido de su vida, lo que lo convierte en un ciego, porque no quiere ver.
La esperanza de una eternidad es luz para el alma, teniendo en cuenta que el hoy es solo un paso que me acerca más a lo infinito.
Muchos no piensan en esto, y yo los llamo ciegos del corazón. No es acaso ceguera limitar el inmenso milagro de la vida a simplemente este ciclo sin sabor: Nacer, crecer, reproducirme y morir? Fuimos puestos en un universo infinito, bajo un techo impresionante y aun sin terminar de ser explorado llamado tierra, con un cuerpo arquitectónica y milagrosamente construido dotado de alma y aliento, para terminar concluyendo que después de muerto solo hay gusanos y cenizas para mí y para usted? Todo esto es tan ridículo como tener ojos y no querer ver jamás.
Hasta este momento del escrito usted puede juzgar mis palabras como a usted bien le parezca, pero que tal si le digo que Dios está de acuerdo conmigo. Basándome en la biblia como la Palabra escrita e inspirada por Dios, le invito a revisar este pasaje:
"Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin" (Eclesiastés 3:11)
Si somos eternos es porque Dios así lo quiso, y la eternidad es inminente tanto para el que la vea como para el que no quiera hacerlo. Una eternidad con Dios o sin él es lo que le espera, pero claro esto tendrá sentido para usted tanto como para mí si tan solo nos atrevemos a verlo.
Dentro de las paradojas de la vida encuentro que hay ciegos que ven lo eterno tan cerca, y otros que ven que son ciegos solo porque no quieren ver un poquito más allá de lo que viven hoy.
Mi oración es que el mismo Dios hecho hombre, pero Dios (me refiero a Jesús), le abra los ojos al que no puede ver lo eterno, porque para ver a Dios se tendrá que hacer con los ojos del corazón bien abiertos. Lo animo, ore usted también a Jesús para que el milagro ocurra en usted hoy, yo se muy bien que él lo va a hacer, como lo hizo conmigo. De algo estoy seguro, usted también disfrutará del hermoso e inigualable color de la eternidad.
miércoles, 5 de febrero de 2014
LA PARÁBOLA DEL FUTBOLISTA
El niño nació un día lleno de mucha normalidad. Fue un parto normal, que dio como regalo a sus padres un niño "normal".
El chico creció rodeado de fútbol de barrio. A su temprana edad se contagió de esa pasión "que no se juega con los pies, simplemente con el corazón". Creció, escuchando historias de míticos futbolistas, como la de un brasileño amo absoluto de las copas mundiales [Pelé], o la de un argentino que pedía prestada la mano de Dios para marcar un gol [Maradona], o aquellas de un portugués que disparaba tiros libres como cañonazos imparables a 250 km/h [Cristiano] , y como olvidar las de un pibe que se escurría como agua entre los defensas y arqueros para marcar goles de antología [Messi]. El fútbol se convirtió en el primer amor del chicho, y sus primeros besos fueron para su "vieja" pelota, Ella le era fiel a sus pies y él le dedicó cada grito de Gol, como canción romántica que alimentaba el amor entre dos.
Un día mientras aún era un niño se dio a sí mismo el derecho de soñar más allá de lo que se le permite a la mayoría de los mortales y llegó a preguntarle a su papá si sería posible que él llegara a ser el mejor jugador de fútbol del mundo. Su padre no queriendo engañarlo pero tampoco desairarlo, arrugó un poco su mentón, mientras mirando al cielo le respondía: "Serás todo lo que quieras ser, si puedes trabajar más duro que los demás". Y fue ese el único que combustible que él pequeño necesitó para buscar cumplir su sueño.
Jugó cuanto pudo, se esforzó a más no poder y con el tiempo esto le bastó para cobrar dividendos y ser llamado por un equipo profesional.Aún en medio de su alegría, su hambre por el sueño aún no alcanzado lo impulsó a seguir trabajando duro.
Al pasar del tiempo,el mundo lo llegó a coronar al fin como el mejor jugador de fútbol del planeta y ya habían algunos que le otorgaban la corona de la historia como el mejor de todos los tiempos.
Un día, mientras el joven se paseaba por la cúspide de su carrera, su papá que nunca lo había visto jugar más que en la tele, decidió hacer un viaje sorpresa para acompañar a su hijo en un partido que su equipo hacía ese fin de semana como local. Viajó, llegó, y buscó a su hijo en el camerino. Cuando se vieron su fundieron en un emotivo abrazo. Su padre lo felicitó por sus logros y su sueño hecho realidad, su hijo le agradeció esbozando una sonrisa.
Luego de pasados unos minutos, su padre de pronto le pidió a su hijo una camiseta, de las que vestía regularmente para jugar un partido, para luego poder buscar su lugar en las butacas del estadio y disfrutar de verlo jugar con orgullo.
Su hijo sorpresivamente le negó dicha solicitud. Le dijo que para tener una de esas debía ir a la tienda y comprar una. El papá respondió que el partido estaba por iniciar y las largas filas en la tienda le haría perderse el juego completo. Su hijo insistió: - Papá: "Si de verdad quieres una de estas, tendrás que hacer fila como todos los demás y esperar tu turno". Su padre lo miró fijamente a los ojos, arrugando un poco el mentón, asentó con la cabeza y después de un par de palmadas en el hombro de su hijo, salió no solo del camerino, también del estadio y hasta de dicha cuidad para volver a casa.
Esta historia me ha llevado a reflexionar en que Dios es quien le ha dado talentos a los seres humanos. Estos ponen los ponen a trabajar, y los trabajan muy duro para llegar a desarrollarlos y en la mayoría de los casos lo logran para después disfruta del éxito y la realización personal. De pronto un día llega Dios y te pide un poco de tu talento para sus propósitos. Te hace saber que tiene el deseo de bendecir a través de tus talentos, que puede hacer mucho con éste si lo dispones a él.
Pero que sorprendente es encontrar a tanta gente diciéndole a Dios, que si quiere ocupar de sus talentos, debe esperar como todos los demás. Como si pudiéramos ubicarlo en la cola de la larga fila, para hacerlo esperar hasta que llegue su turno de poder aprovechar lo que con tanto esfuerzo hemos desarrollado.
Tal vez usted no es es un jugador de fútbol profesional, pero de igual manera, haga lo que haga día a día con sus habilidades, tiene que saber que Dios le ama como un padre y le considera especial y útil como persona, pero también para cumplir con sus propósitos en esta generación.
¿Cómo ha respondido usted a Dios cuando éste ha llegado a solicitar de su talento? Porque definitivamente que un día lo hará.
Espero y le le pido a Dios que su respuesta no sea la misma, que la del mejor futbolista de esta historia.
El chico creció rodeado de fútbol de barrio. A su temprana edad se contagió de esa pasión "que no se juega con los pies, simplemente con el corazón". Creció, escuchando historias de míticos futbolistas, como la de un brasileño amo absoluto de las copas mundiales [Pelé], o la de un argentino que pedía prestada la mano de Dios para marcar un gol [Maradona], o aquellas de un portugués que disparaba tiros libres como cañonazos imparables a 250 km/h [Cristiano] , y como olvidar las de un pibe que se escurría como agua entre los defensas y arqueros para marcar goles de antología [Messi]. El fútbol se convirtió en el primer amor del chicho, y sus primeros besos fueron para su "vieja" pelota, Ella le era fiel a sus pies y él le dedicó cada grito de Gol, como canción romántica que alimentaba el amor entre dos.
Un día mientras aún era un niño se dio a sí mismo el derecho de soñar más allá de lo que se le permite a la mayoría de los mortales y llegó a preguntarle a su papá si sería posible que él llegara a ser el mejor jugador de fútbol del mundo. Su padre no queriendo engañarlo pero tampoco desairarlo, arrugó un poco su mentón, mientras mirando al cielo le respondía: "Serás todo lo que quieras ser, si puedes trabajar más duro que los demás". Y fue ese el único que combustible que él pequeño necesitó para buscar cumplir su sueño.
Jugó cuanto pudo, se esforzó a más no poder y con el tiempo esto le bastó para cobrar dividendos y ser llamado por un equipo profesional.Aún en medio de su alegría, su hambre por el sueño aún no alcanzado lo impulsó a seguir trabajando duro.
Al pasar del tiempo,el mundo lo llegó a coronar al fin como el mejor jugador de fútbol del planeta y ya habían algunos que le otorgaban la corona de la historia como el mejor de todos los tiempos.
Un día, mientras el joven se paseaba por la cúspide de su carrera, su papá que nunca lo había visto jugar más que en la tele, decidió hacer un viaje sorpresa para acompañar a su hijo en un partido que su equipo hacía ese fin de semana como local. Viajó, llegó, y buscó a su hijo en el camerino. Cuando se vieron su fundieron en un emotivo abrazo. Su padre lo felicitó por sus logros y su sueño hecho realidad, su hijo le agradeció esbozando una sonrisa.
Luego de pasados unos minutos, su padre de pronto le pidió a su hijo una camiseta, de las que vestía regularmente para jugar un partido, para luego poder buscar su lugar en las butacas del estadio y disfrutar de verlo jugar con orgullo.
Su hijo sorpresivamente le negó dicha solicitud. Le dijo que para tener una de esas debía ir a la tienda y comprar una. El papá respondió que el partido estaba por iniciar y las largas filas en la tienda le haría perderse el juego completo. Su hijo insistió: - Papá: "Si de verdad quieres una de estas, tendrás que hacer fila como todos los demás y esperar tu turno". Su padre lo miró fijamente a los ojos, arrugando un poco el mentón, asentó con la cabeza y después de un par de palmadas en el hombro de su hijo, salió no solo del camerino, también del estadio y hasta de dicha cuidad para volver a casa.
Esta historia me ha llevado a reflexionar en que Dios es quien le ha dado talentos a los seres humanos. Estos ponen los ponen a trabajar, y los trabajan muy duro para llegar a desarrollarlos y en la mayoría de los casos lo logran para después disfruta del éxito y la realización personal. De pronto un día llega Dios y te pide un poco de tu talento para sus propósitos. Te hace saber que tiene el deseo de bendecir a través de tus talentos, que puede hacer mucho con éste si lo dispones a él.
Pero que sorprendente es encontrar a tanta gente diciéndole a Dios, que si quiere ocupar de sus talentos, debe esperar como todos los demás. Como si pudiéramos ubicarlo en la cola de la larga fila, para hacerlo esperar hasta que llegue su turno de poder aprovechar lo que con tanto esfuerzo hemos desarrollado.
Tal vez usted no es es un jugador de fútbol profesional, pero de igual manera, haga lo que haga día a día con sus habilidades, tiene que saber que Dios le ama como un padre y le considera especial y útil como persona, pero también para cumplir con sus propósitos en esta generación.
¿Cómo ha respondido usted a Dios cuando éste ha llegado a solicitar de su talento? Porque definitivamente que un día lo hará.
Espero y le le pido a Dios que su respuesta no sea la misma, que la del mejor futbolista de esta historia.
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