jueves, 3 de abril de 2014

LA PUERTA CERRADA QUE SIEMPRE SE ABRE

La vida es como un pasillo, muy largo para muchos, muy corto para otros. Dicho pasillo está rodeado con miles y miles de puertas, nombradas y numeradas como puertas de apartamentos, aunque cada una tiene el mismo nombre, difieren de todas por sus números, números que nunca se repiten.
Usted está en un pasillo, yo estoy en mi pasillo, su vecino está en otro y así cada persona en este mundo corre, camina, gatea y se mueve en su propio corredor hasta que llegue cada uno al final del recorrido y entonces, lo eterno.

Con el pasar del tiempo y de la distancia recorrida vamos aprendiendo que algunas puertas no se abrirán jamás, otras lo harán con facilidad. El nombre que cuelga de cada puerta es: "OPORTUNIDADES"

La experiencia es una herramienta esencial cuando se trata de alcanzar las mejores oportunidades que nos ofrece la vida. Con experiencia se disciernen aquellas que valen la pena y las que no. Pero también dicha herramienta nos enseña que el primer paso para lograr abrir una puerta empieza por saber llamar tocando la puerta, tocar una vez, dos, tres veces, cuatro o las veces que sea necesario.
Todos esperamos que detrás de cada oportunidad alguien nos responda, porque si usted no lo había entendido siempre hay alguien detrás de cada puerta. Recuerdas que alguna vez llegaste a solicitar un empleo y alguien te dijo que no había vacante o en el peor de los casos te prometieron una llamada que nunca llegó. Recuerdas cuando buscaste la oportunidad de tu vida con esa chica y ella simplemente azotó la puerta en la cara de tus sentimientos. Y que de aquella vez que no alcanzaste la oportunidad de un asenso porque alguien no te dio pase por la puerta a ti para dársela a alguien más. Cada oportunidad perdida duele, cada puerta cerrada para nosotros deja huella.

Hay una puerta que se repite en todos los pasillos, es más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada de forma que intimida a muchos. Yo la vi hace años, incluso desde mi niñez pero a mi también me intimidó, sin embargo en una etapa dura de mi juventud lo intenté. Toqué con temor pendiendo de un hilo de esperanza de que esta vez, quien estuviera detrás de ella no se atreviera a cerrarla en mi cara. Un hombre con apariencia de carpintero, pero con rostro de Salvador abrió, me dijo que me estaba esperando y era bienvenido a pasar. Después de ese día vivo con él, salgo a transitar mi pasillo con sus puertas, pero siempre regreso a esa puerta, sabiendo quién abrirá para volver escuchar la misma frase con el sabor fresco de siempre: Te estaba esperando, Bienvenido.
Para usted que está leyendo:
En tu propio pasillo está esa misma puerta, la reconocerá porque es un poco más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada, pero no se intimide. LLame, toque, estoy seguro que lo están esperado. Se sentirá tan bienvenido. Vamos, lo animo, hágalo hoy. Esta es la puerta cerrada que siempre sea abrirá para todo el que toque.


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