Todos nos enfrentamos al dolor, sea ajeno o propio, nadie está exento a sufrir. Todos en este mundo y en esta vida han de experimentar el sufrimiento, el dolor, el abatimiento del alma. Sufrimos cuando las malas noticias nos dan golpes sorpresivos, sufrimos cuando lo que no queremos afrontar toca a nuestra puerta, sufrimos cuando nuestras expectativas caen en picada quedando sin valor alguno, sufrimos cuando aquello que llenaba nuestro corazón se aleja y nos quedamos vacíos. El ser humano tiene corazón de acero pero alma de cristal; me refiero a que somos capaces de soportar las catástrofes solo porque nuestro corazón sabe resistir, pero a la vez nos quebramos con todos los golpes bajos que nos lanza esta vida, porque nuestra alma es incapaz de aceptar el dolor. El corazón es capaz de resistirlo todo, de levantarse de todo, de iniciar de nuevo, siempre y cuando el alma sea reparada a tiempo. El alma rota es la "Kriptonita" del corazón. Cuando el alma se derrumba sin encontrar consuelo, arrastra con ella al corazón aún del hombre más valiente. El alma está compuesta de las emociones, la voluntad, la conciencia. El corazón es el espíritu mismo del ser humano, su esencia como persona. Es por eso que debemos encontrar consuelo lo más pronto posible en medio de cada sufrimiento. El dolor es como un golpe en seco al alma, que deja ematomas y en muchos casos heridas profundas. Piense por un momento, qué se debe hacer con aquellos que han sido heridos o han recibido muchos golpes en el cuerpo y están seriamente lastimados. Lo primero que reciben es algún tipo de medicamento que les ayude a lidiar con el dolor para luego examinar sus heridas y tratarlas del modo adecuado. De la misma forma, todos aquellos que tenemos lastimada el alma por aquello que nos hace sufrir debemos ser atendidos inmediatamente contra el dolor que nos provoca la herida o el abatimiento.
Todos saben o por lo menos suponen que el remedio para el dolor del alma rota es el CONSUELO. El consuelo, cuando llega de la forma y el tiempo adecuado ayudan a sanar el dolor y también la herida. Sin embargo, el consuelo mal aplicado es ineficiente, muchas veces solo trata con el dolor, pero nunca llega a sanar la herida, por consiguiente, con el pasar del tiempo el alma termina derrumbada y acaba con la fuerza del corazón. Muchos dicen que el tiempo cura las heridas pero no es cierto, esta frase solo existe para hacernos creer que al pasar de los días todo volverá a la normalidad. Trate de decirle eso a una madre que ha perdido a su hijo único, a un hijo que no volverá a a ver a sus padres después que le ha tocado enterrarlos. El tiempo no consuela jamás a aquello que la muerte se ha llevado.
Ahora, para que el consuelo sea efectivo, tiene que llegar en el tiempo correcto y tocar el lugar correcto en el alma. Si no se hace de esa forma, es ahí cuando las palabras sobran, las frases piadosas parecen gastadas y las compañías estorban. El consuelo no lo tiene en sus manos el tiempo sino Dios. Dios conoce el alma de cada uno de nosotros a la perfección, él nos hizo y sabe como curarnos en tiempo y forma. El problema es que aunque muchos saben que él se hace llamar CONSOLADOR no permiten que él se acerque a consolarlos, pero si algo he aprendido en esta vida, es que Dios ama el poder consolar a alguien. Muchos critican a Dios porque dicen que él permite el sufrimiento, pero más creo que lo critican porque sienten que él no ha podido consolar sus vidas heridas y llenas de amargura. La falta de consuelo produce amargura, soledad, depresión, odio, resentimiento, culpa y Dios lo sabe, por eso él desea ser tu consolador. Desde que este mundo se llenó de maldad sufren los buenos y los malos, los pecadores y los inocentes y por eso lo quiera usted aceptar o no, todos hemos de sufrir en algún momento, eso no es opcional ni cuestionable, pero, la pregunta ahora debe ser: ¿Está dispuesto a ser consolado cuando el dolor o el abatimiento le hieran el alma? Dios desea consolarlo a usted, a mí y a todo el que está sufriendo ahora mismo. Solo llame al CONSOLADOR, él sabrá que decir y cuando decirlo, él sabrá cuando hacer silencio para dejarlo llorar un poco, él sabrá cómo aliviar su dolor pues su bálsamo para el alma es perfecto, él sabe cómo curar cualquier herida pues nadie conoce mejor nuestro interior que él, puesto que él nos creó. Él sabe llenar el vacío que deja la muerte de un ser amado, él sabe dar esperanza a los que se dejan consolar. No rehuya a sus brazos, usted ni nadie tiene porque sufrir solo. La soledad no es para usted, el consuelo sí, la compañía de Dios en los momentos duros es un alivio que nadie debería rechazar.
Llámelo, él está cerca. Pídale un poco de alivio y yo se que él lo hará pues más de una vez lo ha hecho conmigo. Desahogue sus penas con palabras, lágrimas o lamentos, él sabrá qué hacer, así usted descubrirá porqué lo llaman CONSOLADOR.