- Hola soy Napo, y soy papá desde hace poco más de tres años.
- ¿Que qué tal me ha ido como papá?
Pues es más bien una mezcla un tanto extraña de describir pero, da igual, lo voy a intentar, no tanto por mí sino para honrar a mi hijo, que me ha enseñado tanto en tan poco tiempo.
Mi esposa y yo deseamos un hijo, lo planificamos, nos preparamos físicamente y emocionalmente para encontrarnos con él y para aprender a vivir con él. Le buscamos nombre. En realidad no fue tan difícil la búsqueda porque nos pusimos de acuerdo pronto. Su nombre es Diego, nuestro Diego.
El embarazo fue normal pero el momento del parto un tantito complicado (por lo menos yo pienso así, seguro que mi esposa lo ve como algo tremendamente complicado). Al fin llegó el momento de verlo, era tan pequeño y tan parecido a su mamá, me volví loco al verlo porque lo deseaba tanto.
Con el pasar del tiempo ha crecido, gracias a nuestro Dios que han sido un niño muy sano, con diez mil ocurrencias al día, con una energía de mil rinocerontes africanos con hiperactividad desmedida, con una inteligencia y habilidad para la música que rasca en la verdadera genialidad y lo extraordinario.
Siendo honesto con ustedes, Diego es una dulzura que Dios tomó de su misma mano y que puso en nuestra boca para darnos a probar que tan exquisito es su amor como Padre Celestial con mi esposa y conmigo. Pero vamos, no todo ha sido color de rosa. Este pequeño genio con motor "V12 " integrado también nos ha enseñado a explotar de enojo, de preocupación y de coraje. Cuando un hijo reta tu autoridad y se planta firme en su mal comportamiento se nos va "a la porra" todo el conocimiento teórico de cómo ser los mejores papás del mundo en seis pasos.
Hemos sido firmes con él al corregirlo, sobre todo yo como papá, me he esforzado en disciplinarlo porque creo que haciendo las cosas a la forma de la vieja escuela es como seguiremos formando hombres y mujeres de bien y llenos de amor y respeto por todo vestigio de autoridad. Sin embargo, no toda la corrección o disciplina ha sido rígida. Con mi Diego he aprendido a mostrarle cuánto lo amo después de haberlo disciplinado y cuando él responde con un fuerte abrazo, llenándome de lágrimas y besos yo no puedo evitar desear hacer lo mismo con mi Padre Celestial cuando él me corrige por mis necedades. Mi hijo me ha enseñado que se vale se tierno después de cada error y que Dios no dejará de ser ni Dios ni Padre para mí, no importa cuantas veces me equivoque. Por detalles como estos que les cuento, es que Diego sigue marcando mi vida.
Bailar con mi Londi (nombre fonético con raíz aramea-inglesa-esperanto que significa Lindo) es un premio para mí. Cantar con él en inglés retorcido es una broma que nunca pasa de moda. Diego es mi amigo fiel que nunca me deja ir solo a sacar la basura por la noche. Para él es un premio ir conmigo a la venta. Él tiene el don de ver películas de hasta dos horas de duración en familia sin pedir ir al baño (a menos que sea una verdadera urgencia). A él le debo unas canas que hace tres años ni estaban ahí y también estoy en deuda con él por tantas risas provocadas y tantas alegrías espontáneas.
Si usted me quisiera felicitar hoy 23 de junio, por ser el día de padre en Nicaragua, no me felicite por ser papá, felicíteme por ser el papá de Diego, él me hace sentir el orgullo de los privilegiados, de aquellos que tienen de Dios lo que nunca podrían conseguir por sí mismos.
No soy un papá simplemente, soy orgullosamente el papá de Diego Josué Flores Arana y por eso celebro este día con tanta emoción.
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