El padre de carácter noble es estimado por todos por la firmeza de su carácter. Sabe ser firme cuando debe y flexible cuando es necesario.
Su esposa confía en él y lo admira, porque él le muestra afecto, le ofrece protección, deja que le cautive y acepta con estima el amor que ella le ofrece.
Es esforzado cada día en su trabajo porque su fin es el sustento de su familia. No importa que tanto demande su labor, él sabe que al final del día su esposa e hijos tendrá pan en su mesa.
Sabe ser generoso, comparte con los que le solicitan aunque a veces él considere que no tiene lo suficiente. Sabe encontrar los espacios para suplir las necesidades.
Sus hijos lo admiran y buscan la fuerza de sus brazos. Él los corrige y también les hace llegar su amistad a tiempo.
Modela fuerza a sus hijos, les enseña que sí se pueden hacer las cosas difíciles. Le sirve de ejemplo a sus hijas cuando afirma sus corazones al señalarle sus virtudes. Les enseña también que una mujer vale y que se le trata como al mejor de los tesoros, porque ellos le ven tratar con respeto y honra a su madre.
Sabe que comete errores, pero no renuncia a su meta de ser ejemplo para los suyos. Busca la sabiduría, se aferra a la experiencia. Nunca tiene en poco las lecciones aprendidas en la vida y comparte el consejo con los más jóvenes.
Muchos hombres hacen las cosas bien, pero el hombre de carácter noble va más allá de eso. Para él lo correcto no es negociable ni el bien se consigue sin esfuerzo. Su palabra tiene peso y valor para los demás.
Sus fuerzas físicas un día lo va a abandonar, las canas serán su nuevo trofeo. Sus palabras sabias serán su nuevo estandarte.
El hombre noble considera a Dios en todos sus caminos, es guía espiritual de su casa, es figura de servicio y devoción a su Señor. Recibe dirección de Dios y conduce a su familia hacia la bendición.
La honra de los padres descansa en la nobleza de su carácter.