jueves, 10 de abril de 2014

DIOS NO EXISTE PORQUE NO LO ENCUENTRAN

Muchos de nosotros hemos sido enseñados desde muy niños que Dios existe, que es real, que es eterno, y a eso le hemos llamado FE. Fe para muchos es creer que un ser supremo existe y que rige todos y cada uno de los movimientos del universo que nos cobija. Cuando a algún mortal se le ha ocurrido hacer preguntas acerca de este tipo de Fe, por muy sinceras o mal intencionadas que sean, se le impregna una marca social en su frente que avisa: Hereje.
Olvidamos que somos seres que intrínsecamente operamos bajo la razón más que por instinto. El sello de nuestra inteligencia radica en nuestras preguntas. Puede ver usted a un niño preguntándole a sus papás: ¿Porqué, porqué, porqué, porqué? Esa simple cualidad de preguntar es la que nos hace superiores a los otros seres vivos terrestres, me refiero a las plantas y los animales.
Entonces pensando en esto yo mismo me pregunto: ¿ Qué tiene de malo preguntar si Dios existe? ¿Qué tiene de malo preguntar si él es real? ¿Qué tiene de malo preguntar dónde está Dios? El problema con estas preguntas es que a muchos les molesta, hasta les ofende porque creen que se está cuestionando a Dios o a su existencia y eso es blasfemia, herejía, pecado y segura sentencia de muerte eterna. Ahora, qué de los que no preguntan sino que aseveran que Dios no existe, que no es real, que es pura fantasía. ¿Sinceramente cree usted que esto desafía a Dios? Yo creo que no. ¿Cómo podría presionar a Dios el razonamiento limitado de un ser humano? Tengamos cuidado con nuestras premeditadas conclusiones. Asegurar que Dios se ofende y se siente desafiado por un mortal con signos de "incredulidad" es intentar poner al creador y a la creación al mismo nivel de razonamiento. Es como creer que Dios está OBLIGADO a demostrarle a cada ser humano que él existe y que es real. No, no, no y no. Dios es Dios aunque hayan muchos o pocos que no crean que él lo es o que es real. Sin embargo me resulta tan interesante escuchar a alguien afirmar que Dios no existe. Yo me he preguntado muchas veces, en qué se basan estas personas para afirmar con tanta contundencia sus convicciones. ¿No creo porque no lo he visto? ¿No creo porque no lo encuentro? Razonar así es como jugar a ser niños de seis años.
Imagine que alguien le dice a un par de niños que asisten a primer grado: En el mar existen los submarinos. Si ustedes van al gran océano y los buscan los encontrarán. No muchos días estos pequeños emprenden un viaje de quince a bordo de un crucero con sus padres. Cada día ambos salen desde muy temprano a la proa a revisar meticulosamente con la vista el mar, desde la salida del sol, hasta que sus párpados les exigen descanso. Quince días sin acortar la rutina, perdiendo de disfrutar de cada detalle del costoso viaje sin poder ser testigos de la existencia de los submarinos. Al final, ambos llegaron a la conclusión de que los submarinos no existen, pues en dos semanas completas cargadas de extensa búsqueda visual, no lograron ver ni uno.
Yo no pretendo asegurar que yo he visto personalmente y cara a cara a Dios, pero de algo estoy completamente convencido: De que no necesito verlo para encontrarlo, más bien, necesito encontrarlo para un día verlo cara a cara.
Yo no creo en él porque lo haya visto, sino porque lo encontré, y así, un día de estos se que lo veré.
Si usted dice que Dios no existe, no diga por favor que piensa así porque no lo ha visto. Más bien lo invito a sincerarse un poquito más y acepte que no cree en él porque no lo ha encontrado. Verá que pensando así será más fácil llegar hasta él.