miércoles, 30 de abril de 2014

EL CIELO ESTA LLENO DE GENTE MALA

Imagine su viaje al cielo que inicia atravesando las nubes en un día soleado. La vista hacia abajo mientras abandona la tierra y se adentra al profundo y colorido universo. Tal vez tomado de la mano de un ángel, tal vez solo o sola, no importa, nada sería más placentero que viajar contemplando los detalles hasta poder llegar a las puertas de la cuidad celestial. Seguramente encontraremos personas caminando y disfrutando de algo que no pudieron palpar en esta vida. Sonrisas, paz, alegría, amor, abrazos y Dios en persona, nada más que pedir o esperar en un lugar así.
Para muchos esta descripción es ideal, para otros es idealizada. Sin embargo, que le parecería si para hacerlo entrar en calor y ambiente, a la misma entrada de la cuidad, lo espera un grupo de personas para darle la bienvenida. Usted se acerca, ya entrando en una mezcla de emociones, cada vez más cerca para darse cuenta que  entre la comitiva se encuentra esperando por su llegada, aquel vecino que le hizo a usted la vida de cuadros mientras vivió al lado de su humilde hogar. Y para su sorpresa ahí mismo está aquel mal gobernante que a usted le desagradaba tanto escuchar. La mujer de mala reputación del barrio, el comerciante de los precios injustos, el doctor culpable de las malas praxis, el religioso ultra hipócrita de la comunidad. Todos con los brazos abiertos, con sonrisa en rostro, con manos extendidas, con ropa de celebración y con los ojos fijos en usted. ¿Qué haría? ¿Cuál sería su reacción?
A todos los conoció en vida terrenal, pero todos fueron dignos merecedores de su desprecio y repudio por mucho tiempo. Pero, vaya conmigo, de la mano de mi imaginación un poco más adentro de la cuidad. ¿Nos sorprendería encontrar a un Bob Marley, a un Elvis Presley, que tal Friedrich Nietzsche, quizás a un Adolf Hitler? No lo se, pero la verdad cuando se trata del cielo y de Dios, deberíamos considerar todas las posibilidades. Ahora, ¿Considera usted que he exagerado, que mi mente es demasiado volátil?
No se si usted estaba al tanto de esto, y se lo comento sin ánimo a ofenderlo, pero ni Hitler, ni Nietzsche, ni su vecino, ni usted ni mucho menos yo, somos o hemos sido lo suficientemente buenos como para que nos admitan en la cuidad de Dios (el cielo). Dios nos ha dejado un recadito en su palabra que cabe perfectamente como una explicación divina para los seres humanos:
Como está escrito:«No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3: 10-12 RVR95)

Delante de Dios no hemos hecho lo suficiente para volver a sus brazos, sin embargo él sí hizo lo necesario por nosotros. ¿Recuerda a Jesús colgando de esa cruz? Seguramente lo recuerda puesto que para poder estar cerca de Él (Dios) debemos rendirnos a su hijo:

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16 RVR95)

Para que el cielo tenga sentido, se debe entender que está lleno de gente mala que se dejó amar por Dios a través de Jesús. Tanto su mal vecino, el mal gobernante, la mujer de la mala reputación, el comerciante malo, el mal doctor, el religioso hipócrita, usted y yo nos hemos tenido que rendir ante el amor, el perdón y la gracia de Dios para poder recibir un boleto que un día entregaremos para llegar, entrar y vivir en el cielo.

Hágase un favor, dele a Jesús la oportunidad de darle un viaje eterno a un lugar que está lleno de gente mala, pero que tienen mucho que contar acerca del perdón y el amor inmerecido.


 

lunes, 28 de abril de 2014

NO JUZGUE A ADÁN PORQUE USTED TAMBIÉN MORDIÓ LA FRUTA

El jardín estaba quieto ese día, simulando el silencio macabro de una película de terror, presagiando el momento por venir. Las frutas estaban servidas a la mesa, pero había nadie cerca que las comiera. El canto habitual de los pajarillos estaba escaso, la visita de los animales domésticos por los alrededores del huerto era casi nula esa día. Todos estaban al centro del jardín, siendo testigos del clímax, de la escena más escalofriante de la joven creación.
Silencio absoluto de los espectadores, vientos mudos soplaban, aun las hojas que caían de los árboles lo hacían imitando un susurro. Al centro, un diálogo. Una serpiente que encanta, no con música, sino con palabras astutas. Frente a ella, dos inocentes expectadores que están ansiosos, extasiados por un fruto que es más atractivo de cerca que de lejos. 
Eva agonizaba de tanto deseo, Adán estaba indeciso. Ella lanza su último golpe, su último discurso de inocencia, sus últimas palabras para librarse de la desgracia. Adán callaba. El silencio en el jardín era cada vez más profundo. 
De pronto, el sonido de un pequeño mordisco hizo estremecer los cuatro puntos cardinales de la tierra. Un minúsculo mordisco provocó el alarido más irritante en los cielos. El segundo mordisco fue más obsceno, más hiriente, más vulgar. 

- Y Dios lo oyó.

Las aves lo oyeron y volaron despavoridas, los animales salvajes entraron en pánico, los mounstros marinos huyeron buscando lo profundo del océano, la serpiente se perdió entre lo espeso del árbol prohibido. El fruto caía de sus manos y mientras ellos lo veían descender notaron que sus cuerpos estaban desnudos, y con su desnudez descubierta a sus ojos optaron por la verguenza. 
Huyeron y corrieron para vestirse.

- Y Dios llegó.

—¿Dónde estás? 10 El hombre contestó:—Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.11 —¿Quién te dijo que estabas desnudo? —le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras? [Génesis 3:9-11 NTV]

He escuchado a mucha gente hacer un juicio premeditado en contra de Adán y de Eva. 
- ¿Porqué comieron ese fruto prohibido? 
- Por su culpa estamos como estamos.
- Si tan solo no lo hubieran comido.
- ¿Y por qué debemos pagar otros por lo que hicieron ellos?
- Los culpables y castigados deberían ser ellos dos, y no nosotros.

Otros en su "eminente e implacable sapiencia" pretenden sentar a Dios en la silla del juicio:

- ¿Cómo se le ocurre a Dios poner un árbol así en el jardín?
- Si tan solo no hubiera puesto eso ahí.
- Dios es culpable por ponerle al hombre la tentación.
- Si Dios fuera tan bueno no le hubiera puesto lo malo enfrente al hombre.

Antes de que siga haciendo el papel de juez quiero invitarlo a meditar en algo interesante:
¿Y qué de nosotros? Me refiero a usted y a mí. Ha notado acaso que el mismo árbol, lleno de frutos maduros está frente nuestros ojos cada día. Sí mi estimado, el mismo árbol sigue en pie en el centro de nuestro jardín. Para ser más explícito, me refiero a que todos los días tanto usted como yo nos vemos tentados a consumir lo prohibido, lo que no debemos. La tentación está ahí y es atractiva (porque lo malo y lo prohibido siempre atraen, ¿verdad?), como serpiente que encanta, llamándonos a llevarle la contraria a Dios:
- ¿Le han ofrecido participar en un negocio ilícito recientemente?
- ¿Le ha coqueteado una persona casada hace poco?
- Ofertas de compra de equipos baratos. (Después de todo lo robado siempre cobra barato).
- Sexo antes del matrimonio.
- Robar
- Mentir
- Maldecir
- Ofender
- Plagiar
- Infidelidad
- Consumo de pornografía

... y la lista continúa.

¿Lo ha hecho? ¿Ha cometido alguna de estas faltas? ¿Se ha enredado por conveniencia en una de estas fechorías? Estoy seguro que sí, y he de decirle que usted también ha comido del fruto. Sea honesto, tanto usted como yo hemos corrido al centro del jardín, hemos tomado el fruto y hemos comido. Hemos hecho lo malo. El eco de los frutos mordidos nos persigue;
- Y Dios lo oye.

Eva y Adán fueron los primeros, pero no los únicos. Por favor ya no juzgue a Adán por que usted también ha mordido la fruta. Por favor ya no juzgue a Dios por su pecado. Hágase un poco responsable por sus faltas.
Hay algo que usted no puede olvidar antes de juzgar a Dios y es que en el mismo jardín hay otro árbol, y este no está prohibido, eso sí, está cercado y protegido, y la única forma de entrar es a través de una puerta en forma de cruz que Jesús dejó abierta para los que quieran comer de éste. Me refiero al árbol de la vida. Ese mismo del que se puede comer sin ofender a Dios, que no deja culpa, remordimiento, desgracia, dolor y muerte. ¿Le apetece?

La próxima vez que Dios esté cerca de usted y escuche su voz preguntándole - ¿Dónde estás?   ojalá y pueda responder:
- Cerca de la cruz, comiendo del árbol bueno que JESÚS ha dejado para mí. 
Talvez y Dios se siente a comer un poco con nosotros del delicioso fruto del árbol de la vida. Uno nunca sabe.