sábado, 5 de abril de 2014

LO QUE DIOS ESPERA OIR DE MI Y DE USTED


Las palabras sobran cuando se piensa detenidamente en Dios. Yo digo que siempre expresan más un par de lágrimas saladas, que mil palabras dulces cuando se está siendo tocado por su amor y su misericordia. Y después de recibirlo todo de su parte me pregunto: ¿Qué puede esperar Dios de mí, cuando no tengo lo suficiente para retribuir su benevolencia? ¿Qué podría hacer yo para compensar las espinas, los clavos, las astillas de su cruz, las burlas recibidas, los golpes, los azotes, la vergüenza y la humillación que él engulló voluntariamente en mi lugar? ¿Hacer? Nada. ¿Compensar? No tengo lo suficiente. ¿Buen comportamiento? Viera como me cuesta. ¿Decir algo coherente? Las palabras siempre quedan cortas. Pero espere un momento, después de todo nada en mí me pondrá en la misma posición de él. Sin embargo no por eso podría quedarme con los brazos cruzados, con la boca cerrada, ni con la mente vacía. Si hay algo que siempre ayuda es la gratitud, sobre todo cuando no se tienen palabras, ni con qué retribuir las dádivas recibidas. 
Hay amor, humildad, contentamiento, satisfacción, bendición, paz, buenos sentimientos, alivio, aprecio, dentro de la palabra "Gracias".
Si en algo fallamos con constancia es en lo referente a la gratitud. Fuimos enseñados desde niños a dar gracias por los regalos, por aquello que recibimos, sobre todo si es de mucho agrado; mientras más grande o preciado el don recibido, más pronunciada y acentuada la palabra "gracias". No se en su caso pero en el mío, el no dar las gracias me convertía inmediatamente en digno merecedor del castigo inmediato. 
La falta de gratitud muestra menosprecio, inconformidad, malos sentimientos, baja estima, falta de paz, odiosidad, grosería, mala educación, vergüenza, de ahí que todo esto siempre engendra castigo para el ingrato.

Y volviendo el tema a Dios, lanzo una pregunta: ¿Con cuánta constancia le he hemos expresado a Dios nuestro agradecimiento? ¿Ha hecho Dios algo por usted que merezca un: Gracias, gracias, gracias Dios? ¿Le ha dado usted a Dios un Gracias con la misma frecuencia con que él lo bendice? Si me pregunta a mí, le diría que no siempre, sin embargo hace poco, después de ver como Dios ha venido sacando mi vida y la de mi familia de tantos momentos difíciles, estoy entendiendo que si hay una palabra que Dios espera de mi, de mi familia y porque no, de usted también es esta: "GRACIAS".
Yo quiero hacerlo desde este espacio, quiero compartirlo con usted que se toma el tiempo de leer mis palabras, queriendo provocar en su corazón el mismo sentir, la misma convicción que hoy me llena. Acá unas palabras que están escritas en mi corazón para Dios, que ahora usted también conocerá:

Dedicada a: Dios, mi Padre (papito), mi Señor (y mentor) y a mi mejor amigo el Espíritu Santo.

Papi, gracias por ser un ejemplo de responsabilidad para mí. La provisión siempre llega a casa aún cuando no tengamos dinero suficiente para conseguirla por nosotros mismos. Tu corrección me ha hecho un hombre de bien y tu ejemplo como buen padre me inspira para modelarle a mi pequeño Diego. Te amo y gracias por ser un papi tan tierno, fuerte, íntegro y amoroso. Gracias papi.

Señor Jesús, primero que todo gracias por morir por mí en esa horrible cruz. Tu demostración de amor por mí me deja sin palabras, solo me alcanza para decirte Gracias. Sos el mentor que siempre deseé tener, tus historias me vuelan la cabeza, tus enseñanzas me exprimen el alma y tu amor me hace llorar, pues con vos aprendí que se puede llorar por amor. Gracias por confiar en mí cuando ni yo mismo lo hacía. Un día te voy a ver y espero que me logren salir estas palabras después de ahogarme en tus brazos: GRACIAS.

Precioso Espíritu Santo, gracias, gracias, gracias por tenerme tanta paciencia. Gracias por halar mi brazo cuando ya me desviaba del camino. Gracias por ser el mejor amigo, por sonreír conmigo cuando me tocaba llorar. Gracias por sanar cada herida en mi corazón, heridas que yo mismo me provoqué por mi terquedad. Gracias dejarme usar tu perfume cuando mi vida olía más mal que nunca. Te amo amigo, te amo mi Dios. Gracias.

Atte: Napo

Pd: Gracias Dios, muchas gracias.

Solo una cosa más. Si usted no ha hecho algo como esto hoy, lo invito que lo haga, verá como su corazón se lo agradecerá. 
A usted también, gracias por leer estas palabras, sobre todo este post. 
Le doy gracias a Dios por su vida.








jueves, 3 de abril de 2014

LA PUERTA CERRADA QUE SIEMPRE SE ABRE

La vida es como un pasillo, muy largo para muchos, muy corto para otros. Dicho pasillo está rodeado con miles y miles de puertas, nombradas y numeradas como puertas de apartamentos, aunque cada una tiene el mismo nombre, difieren de todas por sus números, números que nunca se repiten.
Usted está en un pasillo, yo estoy en mi pasillo, su vecino está en otro y así cada persona en este mundo corre, camina, gatea y se mueve en su propio corredor hasta que llegue cada uno al final del recorrido y entonces, lo eterno.

Con el pasar del tiempo y de la distancia recorrida vamos aprendiendo que algunas puertas no se abrirán jamás, otras lo harán con facilidad. El nombre que cuelga de cada puerta es: "OPORTUNIDADES"

La experiencia es una herramienta esencial cuando se trata de alcanzar las mejores oportunidades que nos ofrece la vida. Con experiencia se disciernen aquellas que valen la pena y las que no. Pero también dicha herramienta nos enseña que el primer paso para lograr abrir una puerta empieza por saber llamar tocando la puerta, tocar una vez, dos, tres veces, cuatro o las veces que sea necesario.
Todos esperamos que detrás de cada oportunidad alguien nos responda, porque si usted no lo había entendido siempre hay alguien detrás de cada puerta. Recuerdas que alguna vez llegaste a solicitar un empleo y alguien te dijo que no había vacante o en el peor de los casos te prometieron una llamada que nunca llegó. Recuerdas cuando buscaste la oportunidad de tu vida con esa chica y ella simplemente azotó la puerta en la cara de tus sentimientos. Y que de aquella vez que no alcanzaste la oportunidad de un asenso porque alguien no te dio pase por la puerta a ti para dársela a alguien más. Cada oportunidad perdida duele, cada puerta cerrada para nosotros deja huella.

Hay una puerta que se repite en todos los pasillos, es más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada de forma que intimida a muchos. Yo la vi hace años, incluso desde mi niñez pero a mi también me intimidó, sin embargo en una etapa dura de mi juventud lo intenté. Toqué con temor pendiendo de un hilo de esperanza de que esta vez, quien estuviera detrás de ella no se atreviera a cerrarla en mi cara. Un hombre con apariencia de carpintero, pero con rostro de Salvador abrió, me dijo que me estaba esperando y era bienvenido a pasar. Después de ese día vivo con él, salgo a transitar mi pasillo con sus puertas, pero siempre regreso a esa puerta, sabiendo quién abrirá para volver escuchar la misma frase con el sabor fresco de siempre: Te estaba esperando, Bienvenido.
Para usted que está leyendo:
En tu propio pasillo está esa misma puerta, la reconocerá porque es un poco más angosta que las demás, sin muchos adornos y está cerrada, pero no se intimide. LLame, toque, estoy seguro que lo están esperado. Se sentirá tan bienvenido. Vamos, lo animo, hágalo hoy. Esta es la puerta cerrada que siempre sea abrirá para todo el que toque.


miércoles, 2 de abril de 2014

NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER

La vida del ser humano es una mezcla de circunstancias, de sabores dulces y amargos.
Una de las circunstancias más amargas que puede atravesar una persona en esta vida es estar privado del dulce don de la vista, ya que esta está compuesta de pinceladas de colores. Por ejemplo piense un poco en esto: el amor adoptó un color, el luto adoptó uno también. Aún Dios gusta vestirse de uno, como para hacernos saber que hasta lo santo tiene color. Las figuras, los rostros, el horizonte, un atardecer en el mar, una sonrisa, un coqueteo, un adiós de lejos. Todo esto tiene un color para el alma, después que los ojos lo perciben. Por estas cosas y tal vez algunas más, es que es tan duro y amargo para muchos.
Una persona privada del sentido de la visión genera muchas reacciones en quienes les rodean. Lástima para los que viven cargados de orgullo, misericordia para los que se sumergen en la empatía, ánimo para los que ven en ellos una oportunidad de ayudar, valentía e inspiración para los que perciben en  ellos el coraje de sortear la vida, después que esta gestó un golpe que les arrebató la visión.

Yo personalmente opino: "Benditos sean los que sin poder ver, oyen la vida, saborean sus mejores momentos, tocan la voluntad de otros con una sonrisa y olfatean el peligro de cada día para mantenerse lo más lejos que les sea posible."

Sin embargo, en esta vida me he encontrado con otro tipo de ciegos que no ven, no porque hayan perdido el sentido de la vista, sino que han perdido de vista el sentido de la vida eterna. Recita un viejo dicho que escuché hace muchos años: "No hay peor ciego que el que no quiere ver" y estoy convencido una vez más, que los dichos, como dice mi mamá, están en lo cierto.

El sentido de la vida para el ser humano le fue otorgado cuando comprendió que la eternidad existe, y que esta comienza cuando emprendemos el viaje después de haber peregrinado por esta vida. El hombre o la mujer, o el niño o el anciano que no puede ver más allá de esta vida ha perdido de vista el sentido de su vida, lo que lo convierte en un ciego, porque no quiere ver. 

La esperanza de una eternidad es luz para el alma, teniendo en cuenta que el hoy es solo un paso que me acerca más a lo infinito.
Muchos no piensan en esto, y yo los llamo ciegos del corazón. No es acaso ceguera limitar el inmenso milagro de la vida a simplemente este ciclo sin sabor: Nacer, crecer, reproducirme y morir? Fuimos puestos en un universo infinito, bajo un techo impresionante y aun sin terminar de ser explorado llamado tierra, con un cuerpo arquitectónica y milagrosamente construido dotado de alma y aliento, para terminar concluyendo que después de muerto solo hay gusanos y cenizas para mí y para usted? Todo esto es tan ridículo como tener ojos y no querer ver jamás.

Hasta este momento del escrito usted puede juzgar mis palabras como a usted bien le parezca, pero que tal si le digo que Dios está de acuerdo conmigo. Basándome en la biblia como la Palabra escrita e inspirada por Dios, le invito a revisar este pasaje:

"Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre, sin que este alcance a comprender la obra hecha por Dios desde el principio hasta el fin" (Eclesiastés 3:11)


Si somos eternos es porque Dios así lo quiso, y la eternidad es inminente tanto para el que la vea como para el que no quiera hacerlo. Una eternidad con Dios o sin él es lo que le espera, pero claro esto tendrá sentido para usted tanto como para mí si tan solo nos atrevemos a verlo. 

Dentro de las paradojas de la vida encuentro que hay ciegos que ven lo eterno tan cerca, y otros que ven que son ciegos solo porque no quieren ver un poquito más allá de lo que viven hoy.

Mi oración es que el mismo Dios hecho hombre, pero Dios (me refiero a Jesús), le abra los ojos al que no puede ver lo eterno, porque para ver a Dios se tendrá que hacer con los ojos del corazón bien abiertos. Lo animo, ore usted también a Jesús para que el milagro ocurra en usted hoy, yo se muy bien que él lo va a hacer, como lo hizo conmigo. De algo estoy seguro, usted también disfrutará del hermoso e inigualable color de la eternidad.