sábado, 19 de abril de 2014

EL DOMINGO PRONTO LLEGARÁ

Aún no entiendo porqué, pero se supone que donde hay un vacío no existe nada. Sin embargo cuando se trata del vacío en el corazón siempre hay algo, más bien, siempre hay mucho. En el espacio vacío de un corazón siempre está la pena, el dolor, los recuerdos buenos y malos, los retratos de los rostros y las palabras de aquellos que amamos y que se han ido, siendo estas personas ausentes las causantes de dicho vacío.
Ha visto a una esposa llorando desconsoladamente por el esposo que se ausenta para siempre de esta vida. Un hombre que gime, sufre, se lamenta por la pérdida de un hijo que con el pasar del tiempo debía enterrar a su progenitor y no de forma inversa como ahora ocurre. Un joven le da el último adiós no solo al soldado fiel, sino también a su mejor amigo. Un papá que no volverá, una novia que no llegó al altar, un inocente que no vio justicia en vida, un niño que parte hacia una mejor vida de la que hoy vivimos. 
El amor siempre lo llena todo, por eso nos hace tan felices cuando amamos y somos amados. La muerte por eso es tan odiada y temida, porque siempre se lleva nuestro todo y deja vacíos a aquellos que estaban llenos.

Recuerda a María, la madre de Jesús. Ella amaba tanto a su hijo que arriesgó su propia vida para verlo morir de cerca. 
Recuerda a los amigos íntimos del Maestro, esos once que compartieron con Jesús sus vidas, sus sueños, sus secretos, sus temores y sus alegrías. Ellos huyeron la primera vez cuando todo se puso mal, pero después de esa vez, nunca más volvieron a alejarse de él.
Seguramente a esta lista se suman muchos de los que fueron sanados por Jesús. Todos estos también tenían mucho en común, su amado Señor se había ido. ¿Qué quedaba por hacer? ¿Cómo llenar el vacío que un hombre tan especial dejaba en ellos? Solo quedaban los retratos de sus sonrisas, el eco de su voz, el aroma en sus ropas, el recuerdo de su transitar por las calles que hasta hace días él recorría, las escenas inolvidables. "¿Qué no haríamos por escuchar sus regaños de nuevo?" "¿Qué no pagaríamos por un día más en la playa con él?" "¿Qué no daríamos por verlo de nuevo?" Seguramente con estas palabras se consolaban mientras se juntaban a lamentar su muerte. - Pero, un momento,  -dijo uno de ellos,       -Jesús dijo que al tercer día resucitaría y que lo volveríamos a ver. 
- Basta ya, -replicó otro, - dejemos que el tiempo cure nuestras heridas.

Ese sábado por la noche, juntos en ese cuarto, seguramente fue para ellos el espacio más vacío que alguna vez probaron. 
Tal vez fue Tomás el último en ir a dormir esa noche, cerca de la última vela encendida y no queriendo apagarla, viendo como se quemaba lo poco de esta y con ella, quemando lo último de esperanza que quedaba en su corazón de que fueran ciertas las palabras de su amigo, que al tercer día volverían a verlo.
Seguro que apagó la lámpara, y antes de cerrar sus ojos le susurró al vacío que había en su corazón: - El domingo pronto llegará.


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